Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Una ciudad apta para museo

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VICTORIANO CRÉMER
León

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EN CIERTO MODO, me sobresaltó la definición que aquel sabio de las antigüedades del mundo me proporcionaba: Al cabo de sus pocas horas de recorrer las calles, las plazas, los rincones románticos y las portadas mozárabes, me propuso un título que bien parecía el indicado: ciudad para museos¿ O sea: Recinto urbano con historia y con ruinas gloriosas que se estaba quedando al final de su carrera en lugar adecuado para instalar museos, asociaciones de investigación, centros de estudio de civilizaciones ya dejadas de la mano de los investigadores incluso. La ciudad, sin conmoverse en sus cimientos romanos, entre otros grupos de referencia, cerraba el comercio, la industria, las fábricas y los talleres. Chimeneas que un día fueron señal humeante de un pueblo laborioso, se habían apagado, dando a la ciudad un aspecto de cenotafio, de predominio de moribundia urbana, social y política. La ciudad, poco a poco y como roída por algún monstruo, como aquel que la catedral que aprovechaba las noches para destruir la obra que durante el día imaginaban y realizaban los alarifes más afamados, se caía piedra a piedra, muro a muro, y se cerraban los centros de trabajo. Y los ciudadanos se veían obligados a abandonar su tierra de nacencia para buscarse la vida en lugares en donde todavía pudiera ser el montaje de fábricas, el acoplamiento de voluntades para dotar al personal de medios de trabajo y de excelencias de vida. Todo sin verse obligados a contar con las piedras antiguas, enterradas bajo los bosques de nada. Y es que, nadie se explica por qué motivo de cansancio, de desplazamiento obligado o de aburrimiento, la ciudad, la bella ciudad de la historia e industria del hierro, del carbón, de la farmacopea, de la piedra, de la tela y de la pintura, se estaba quedando en solo ciudad para museos. Y doquiera el caminante dirigiera la vista, se encontraba, con un museo solo. Llegó un tiempo en el cual resultaba más abrumador y negativo el número de museos que el de bancos o el de tabernas: museo para las figuras de la Semana Santa, museo para Estudios Bíblicos y Orientales, museo para pintura y escultura de lo que se pudiera acometer, museo de estudios sobre el Viejo Reino, museo de la Minería, museo de la alfarería,museo de Todo y de Nada. Se apagaron ya para siempre las hogueras de los hornos y los centros de creación de instrumentos para la técnica moderna. Cuando alguien sugería la idea de acoger una escuela de aviación o de técnica de navegación en seco, los museísticos, clamaban, elevaban su protesta al cielo de la política poderosa, y concedía permiso y subvención al nuevo museo que se les había ocurrido a unos cuantos estudiosos históricos. Y la ciudad fue decayendo, cayendo, derrumbándose hasta no quedar de ella nada, como se decía de Granada: «Granada, Granada / de tu poderío ya no queda nada». Nada, nada, nada, Solamente museos, museos, museos. Y vinieron gentes oscuras y se quedaron con lo que quedaba.

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