Diario de León
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CARLOS G. REIGOSA
León

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EL MINISTRO de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, se ha salido con la suya al conseguir que la secretaria de Estado estadounidense, Condoleezza Rice, visite España en esta legislatura, pero no ha logrado convencerla de que su política exterior persigue los mismos fines que la americana respecto de la libertad y la democracia en Cuba. En este punto, la dirigente estadounidense fue clara al expresar sus «serias dudas» de que la estrategia española de diálogo con la dictadura cubana pueda conducir a algo bueno. La secretaria de Estado de EE.UU. no cree en la evolución del sistema castrista y defiende la necesidad de un diálogo con los disidentes. La visita de Rice ha significado, no obstante, un claro reconocimiento de la progresiva normalización de las relaciones entre los gobiernos de Zapatero y Bush, que habían entrado en hibernación tras la retirada de las tropas españolas de Irak en abril del 2004. El momento, por otra parte, no ha podido ser más oportuno, porque el eje París-Berlín (el «corazón de Europa» al que se propuso llevarnos Zapatero como alternativa al atlantismo) está girando ahora hacia Estados Unidos, de la mano de Nicolás Sarkozy y Angela Merkel. Los reuniones de Condoleezza Rice en Madrid con el Rey, Zapatero y Moratinos nos evitan una peligrosa desubicación en los tiempos que se avecinan. España tiene que estar en la vanguardia política de la Unión Europea, con Francia, Alemania y el Reino Unido, y esto no iba a ser fácil con la enemistad de EE.UU. No hay que ser un lince político para darse cuenta de que el mapa europeo ha variado mucho con la marcha de Chirac y Schröder. El atlantismo no es -ni tiene por qué ser- una política servil respecto de EE.UU. Por el contrario, su objetivo es definir actuaciones coordinadas y mutuamente respetuosas. España está cumpliendo su papel (el que asumió libremente) en Afganistán y ha impulsado una política de aproximación entre judíos y palestinos que coincide en lo sustancial con la de EE.UU. Ahora ha explicado su posición propia en el caso de Cuba. Rice no cree en ella (no tiene por qué hacerlo), pero la ha respetado como lo que es: la opción libre de un socio leal. Este es el gran paso que se ha dado ayer. Pero no debe ser el último, si no queremos desvanecernos internacionalmente.

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