Diario de León

Más de ocho millones de niños sufren distintas explotaciones en el mundo

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Arantza Prádanos - madrid
León

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Es tan fácil sojuzgar a un crío que las estadísticas oficiales por fuerza han de quedarse cortas. Según Naciones Unidas y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), más de 8,5 millones de niños y niñas viven esclavizados de una u otra forma en el mundo. Jornaleros de sol a sol, carne de cañón en minas a las que un adulto ni se asomaría, soldados infantiles, cautivos del servicio doméstico... mil y una modalidades de abuso coronadas por la más aberrante de todas, la explotación sexual a cargo de pederastas, turistas y ciberdelincuentes de la peor especie. Hoy es el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Esta edición se dedica a la agricultura, el sector con mayor índice de trabajo infantil -casi el 70% del total mundial-, que recluta legiones de bajitos para hacer brotar la tierra. Son la mano de obra más barata, la más sumisa, la más silente. Unos 132 millones de almas de 5 a 14 años doblan el espinazo en jornadas inacabables, entre pesticidas y maquinaria pesada. Es una de las ocho peores formas de esclavitud infantil que denuncia Save the Children. El ránking de la veterana organización incluye también la minería. Un millón de menores se desloma en minas y canteras de los países del Sur. De ellos, 200.000 en África Occidental, en las explotaciones de mayor riesgo, oro, diamantes, «a veces drogados porque si no no hay quien entre», describe Pepa Horno, experta de la oenegé en trabajo infantil. Tercera modalidad, el trabajo forzoso para pagar deudas familiares. Cuarta, la esclavitud doméstica. Apenas se ve porque se desarrolla intra muros, pero el drama alcanza a decenas de millones de chiquillas convertidas en felpudos humanos al arbitrio de su patrón o patrona. Están además los niños y niñas soldado, unos 300.000. El matrimonio forzoso. Cada año dan a luz 14 millones de niñas y adolescentes, y 100 millones se casarán antes de los 18 años en la próxima década, la gran mayoría por obligación. Cierran esta clasificación triste e incompleta la trata infantil, robo o compraventa, que esconde abominaciones como el tráfico de órganos. Y la explotación sexual con fines comerciales.

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