El paisanaje
Media vuelta
EL FIN de la tregua de ETA ha cogido a todos con el paso cambiado, menos a Mariano, el que pasaba por ser el más patoso y que, por no andar siquiera, seguía en posición de firmes, le digo a usted, mi sargento. Ahora hay que recomponer la formación y empezar otra vez desde donde se quedó Mariano: más pactos contra el terrorismo, prietas las filas, a cubrirse por enésima vez, escopeta al hombro, la paz a la mierda, paso marcial, según el turuta de La Moncloa, etcétera. Para nosotros los más veteranos, sin edad ya de reengancharnos, estas cosas rejuvenecen. Parece ser que en el llamado «proceso de paz» nadie ha salido derrotado, menos el pobre Mariano. Es también, sobre poco más o menos, lo que le pasó a un servidor en la jura de bandera cuando se me cayó la fusila en un movimiento nada castrente que sólo fue percibido como minucia un tanto lejana por vuecencia el general, el cual, no obstante, le dijo al coronel que le parecía haber visto algo raro en el último de la fila, tras lo cual el comandante fue advertido por el conducto reglamentario de que podía caerle un paquete, el cual se lo pasó al capitán, que lo dejó en manos del teniente, éste en las del sargento y así hasta llegar a mí, total quince días de arresto para el único que no era profesional de la milicia. Luego, eso sí, siguió el desfile, que resultó muy lucido sin contar conmigo. En lo de ETA ahora viene a pasar lo mismo. Después de año y pico marcando el paso para quién sabe qué futuro aniversario de la paz resulta que los más patosos vamos a a ser Mariano y yo, ninguno de los cuales ordena ni manda y ambos a dos somos objetores de conciencia. Respecto a las escopetas opinamos que no merece la pena disparar al aire y que sólo son útiles, si acaso y sin hacer demasiada sangre, para cazar patos y etarras, por este orden. Y quien dice el cetme dice fiscalías, pactos antiterroristas, listas electorales de ANV y demás. Le insisto a usted, mi sargento, que después de tanto chundachunda para nada, si me hubieran dejado disparar a mí en la guerra contra ETA estaba todo solucionado a su debido tiempo: tenía una pluma que no veas, más pico que Otegui, andares mareados cual De Juana Chaos en huelga de hambre y, encima, decía cuá . Más claro, los de ETA, buenos pájaros que hasta en tiempos de paz y tregua le disparan a las escopetas. Tiene uno la extraña sensación de que antes de las próximas elecciones generales va a ponerse de moda otra vez el tiro al pato. Rodríguez Zapatero ha dicho que el ojeo es a Otegui, pero yo que Mariano no me fiaría por experiencia propia ni enseñaría demasiado la cresta. Puede ser un reclamo. Volver otra vez a la formación después del rompan filas de la Ley de Partidos recuerda a los venerables estrategas de la División Azul, no por ello menos cabrones que los de ahora, cuando en tiempos de Franco, Hitler y Stalin el general Muñoz Grandes negaba que estuviera retrocediendo, sino que iniciaba «un avance elástico hacia la retaguardia». Las hemerotecas están ahí para quien quiera consultar la táctica de Franco con los rusos y la de Zapatero con los etarras. La única diferencia es que ahora ya ni sabemos quiénes son los nuestros. Hasta hace dos semanas, como quien dice, se ha dado un trato exquisito a Otegui y compañía en las instituciones del Estado, tanto que la kaleborroca de la porra está asimilada por el señor fiscal a los piquetes informativos de las honestas huelgas generales -las barras de hierro se envuelven en papel de periódico- y sus dirigentes pasaban por hombres de paz, aunque cabreados, de una humanidad tan grande que incluso convaleciente en los hospitales De Juana Chaos necesitaba tres cuartos de hora para ducharse con su novia, hay que ser muy guarro. También se dice ahora que quiere casarse con ella y sentar cabeza, vamos anda. Tras su último encuentro con Rodríguez Zapatero en La Moncloa dice Mariano estar dispuesto a apoyar al presidente si se confirmara que hay un giro de 180 grados en la política antiterrorista. O sea, media vuelta. Y podría ser, mi sargento, pero servidor, por si acaso, no piensa moverse ni soltar la escopeta, aún a riesgo de que en esta plaza de armas lo ninguneen como a Don Tancredo. Suerte se le llama a la figura. O vista, valor y huevos. En cuanto a lo de «media vuelta, ar», perdone igualmente usted, mi sargento, que lo asocie a Zapatero en el subconsciciente, pero es que ya ni me acuerdo de la tira de veces que me ordenaron rectificar en la mili. Sólo sé que dos medias vueltas son 360 grados y otra vez vuelta a empezar. Tal parece que en el asunto de ETA estuviéramos dándo vueltas a la noria, como las mulas del Ejército. Las mis orejeras, que se las pongan al Mariano.