CRÉMER CONTRA CRÉMER
Escuela de concejales
ANTES DE QUE EL TIEMPO, que todo lo cubre, deje de mantener en primera línea de actualidad, la parafernalia de las elecciones y su final a varias bandas, quisiera dejar constancia en este cartel de desafío mi promesa, para el supuesto de que se me hubiera ocurrido presentar mi candidatura para concejal del Excelentísimo Ayuntamiento de León, o para la Diputación Provincial, o para alguno de los puestos de responsabilidad de la Junta. Lo haré en forma de pregunta: ¿Por qué sinrazón no se le ha ocurrido a ninguno de los muchos, variados, distintos y fogosos partidos la idea feliz de promover la creación de una escuela de concejales o si se prefiere y por extensión obligada, la invención de una escuela para la formación de servidores públicos¿? No es que nosotros, y como nosotros, centenares, millares de ciudadanos duden de la capacidad, de la formación y de las mañas que puedan acreditar a un perfecto concejal, a un inimitable presidente de la Excelentísima Diputación o ya, en el colmo de las ambiciones hasta de un consejero para alguna de las formaciones ministrables que configuran la Junta de Castilla y León. Han acudido a la cita centenares o si se quiere millares de afanosos ciudadanos dispuestos, sin otra preparación específica que la natural tendencia personal, a cubrir el puesto que tienen o que piensan que tienen a su disposición en cualquiera de los organismos públicos, de mantenimiento estatal, provincial o local. Y con el ejercicio de tales menesteres improvisados en su parte más importante, el candidato puesto «por el Ayuntamiento», como se dice, va aprendiendo. ¿A qué? ¿A gobernar? Pues más bien pienso que no, que a lo que se dispone el neófito no es a aprender a gobernar, sino a descubrir las martingalas, las manipulaciones, los manejos de la administración pública, para alcanzar su máximo virtuosismo personal y lograr ese estado superior en pericia administrativa que le permita hacerse un hombre rico, sin que se note. Como en Marbella. La estancia de los candidatos, en su mayoría, se hacen con el tiempo y con el uso del mecanismo, como en la dirección y manejo del coche mecánico. A lo peor, hasta que el aprendiz aprende a manejarse con soltura en el gobierno de la ínsula a la que llega a fuerza de arrastrarse como los caracoles ha provocado algunos errores significativos de los cuales se deducen deudas implacables, pero al final, posiblemente paga el pato el que menos culpa tiene y queda libre y sin cargo precisamente aquel que por su torpeza o ineficacia, ha sido el verdadero promotor de la catástrofe. La escuela de concejales o de cargos públicos que me apresuro a proponer antes de que se pase el arroz, podría contribuir a mejorar el procedimiento y quedaría garantizado el nombramiento, no de los más hábiles y pelotas, sino de los más eficaces.