Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Fue en la noche de San Juan

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VICTORIANO CRÉMER
León

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«FUE EN LA noche de San Juan y casi de compromiso / se apagaron los faroles / y se encendieron los grillos¿» Y sigue García Lorca con su romance de La Casada Infiel. Para rematarle en una larga afarolada taurina, con aquello, tan propio para estos días en los cuales florecen las rosas bajo el cemento: «Y no quise enamorarme / porque teniendo marido / me dijo que mozuela/ cuando la llevaba al río¿» A la orilla del Bernesga histórico y patriarcal, que es río de enamoraciones y de esperances que no se cumplen, celebrábamos los vecinos de las riberas la noche de San Juan, secundando los mitos de amor y fantasía que se habían labrado sobre las nobles piedras del Reino desde el comienzo de su andadura. Porque, en resumidas cuentas y sin que esto sirva de motivo de discrepancias serias, los simbolismos de San Juan, los símbolos urbanos, claro, no son en resumidas cuentas sino un compendio de leyendas y de costumbres convertidas en ley. La proclamación de la festividad de San Juan, movía los corazones y también las carteras, porque una cosa es gozar de la vida y otra hacer por la vida. El leonés hacía de la vida, que construía con sangre, sudor y sacrificio, porque el que descuida la hacienda esta condenado a morir amiseriado. Lo que ni siquiera en aquellos entonces ocurría por estas tierras de pan llevar, era la pretensión de incorporarnos a la fila de reinos con aspiraciones claras de independentismo. Hoy, año del 2007, curtidos ya en los azares de guerras y montajes electorales, parece que va a ser un tiempo para la digresión política, en pos de la reconquista del Reino de León, efemérides que no me parece torpe si no fuera porque en la realidad política que vivimos no resulta fácil, ni probable y nos quedaremos al final o en medio del camino con el unánime deseo de alcanzar un día esa disgregación que hoy nos une con Castilla la Vieja, la Castilla de Fernán González y de Rodrígo el caballista. Naturalmente ninguno de los que actualmente ocupamos León y su alfoces quisiéramos ver convertido este episodio histórico en motivo de desconcierto general y menos aún en una invitación para la pelea, porque harto confuso y aún negro se presenta el porvenir económico como para perder energías empeñados en librarnos de la influencia de Valladolid, que al fin y al cobo supone que lucha para que algo parecido a los que pudiera movernos a nosotros: la libertad, el entendimiento y la conquista del pan, en pugna tenaz pero digna con los tiempos que corren y se nos pierden de vista. Será en San Juan, cuando los faroles se apaguen y se enciendan las hogueras. El amor, porque la festividad es para enamorados o nostálgicos, brillará sobre nuestras cabezas y posiblemente, despojándolas de utopías, nos conceda la gracia de la felicidad. Porque lo bueno y lo malo es siempre un regalo o un castigo de este día de San Juan con su noche de amor y lumbre. ¡Felicidades!

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