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Publicado por
JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES
León

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LA MA YORÍA de la gente, incluidos los propios cristianos, comprende y admira la labor humanitaria que desarrollan las Órdenes religiosas dedicadas a la educación y a la atención de enfermos, huérfanos, desamparados, desahuciados, etc. Pero esa gran mayoría, incluidos los cristianos, se muestran perplejos y no acaban de comprender a las órdenes religiosas entregadas a la «contemplación». La ignorancia de la vida contemplativa, la escasa experiencia de la oración y, de otra parte, la seducción de una cultura profundamente utilitarista y materialista, favorecen todo tipo de prejuicios al respecto. ¿Para qué sirve que haya unos miles de personas, monjes y monjas, que vivan ocultos en silencio, dedicados a tiempo completo a la oración? Esa gran mayoría, de mentalidad científica, técnica, práctica y pragmática, también tienen serias dificultades para entender a los poetas, a los cantautores, a los filósofos, a los deportistas. Una buena parte de nuestras gentes, incluidos los cristianos, han sido absorbidos y masificados en la sociedad del consumo. Su mayor ilusión es ganar cada vez más dinero para comprar más casas, más coches, más moda, más engaños para rejuvenecer, más lo que sea. Viven para consumir y acaparar. El mundo no es para ellos más que un inmenso supermercado en el que todas las cosas tienen un precio y una utilidad. Sólo se aprecia lo que se puede comprar y vender. Y así lo inapreciable, lo que más vale porque no se puede comprar con dinero, se desprecia, se menosprecia y se deja por inútil. No hay tiempo ni ganas de salir a contemplar las maravillas de la naturaleza. No hay tiempo ni ganas de callar y de llenarse de gozosa contemplación ante el espectáculo gratuito y colectivo que ofrece la naturaleza. El Evangelio de hoy no desautoriza la acción pero valora la contemplación. Para Jesús no hay oposición entre acción y contemplación: pero todo debe tener su raíz profunda en la escucha atenta de la Palabra de Dios. Así, podemos llegar a ser «contemplativos en la acción» o «activos en la contemplación».La contraposición de Marta y María no es a nivel de vida activa y vida contemplativa, sino en el terreno de la escucha o no escucha de la Palabra. No se contraponen dos formas de vida, sino dos actitudes que pueden darse en una misma forma de vida, sea ésta activa o contemplativa. La escucha de la palabra de Jesús es una exigencia fundamental del amor a Dios. Esta exigencia de escucha es tanto más imperiosa cuanto que a veces damos la sensación de organizar el mundo a partir de nosotros mismos y no de Dios. Este evangelio presenta claramente la necesidad de valorar la acogida de la Palabra de Dios. Es una llamada clara e imperiosa a escuchar con atención la Palabra de Dios. Para el cristiano es completamente necesario ponerse a los pies de Jesús y escuchar con calma su Palabra. Es imposible vivir como cristiano sin escuchar serena y profundamente a Dios. Una tarea a la que, en principio, todos reconocemos su importancia, pero que, en la práctica, ya no es tan frecuente que la vivamos.