Diario de León

LA GAVETA

León, Castilla y el vacío

Publicado por
CÉSAR GAVELA
León

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HE LEÍDO EL nuevo discurso del leonesismo; sus cánticos de la identidad. He sabido que hombres jóvenes y ambiciosos ya utilizan las jergas del nacionalismo radical para sustentar mejor su quimera. He conocido la agresiva retórica que afirma que el futuro será leonesista o no será. He leído, también, que el nuevo leonesismo apunta a la enseñanza del lleunés como elemento capital de su empeño político; asunto éste sobre el que no me puedo pronunciar por ser indocto en la materia. Aunque añado que me parece muy razonable lo que el gran filólogo Alarcos dijo sobre el particular. Ahora bien, no dudo que este segregacionismo aguerrido es una consecuencia más de una sensación que no se atenúa. La que revela que la comunidad de Castilla y León, la nuestra, es la única que ha fracasado de entre todas las españolas. Me refiero a un fracaso sociológico, no en términos de progreso. Y para llegar a esta conclusión echo mano de un ejemplo muy parecido. En concreto, de Castilla-La Mancha, una comunidad semejante a la nuestra: vasta, despoblada y algo destartalada. Pero que se cohesiona cada día más. He pasado unos días en esa comunidad y, una vez más, he constatado como otro proyecto territorial no menos voluntarista que el de Castilla y León, sí ha ido encontrando su sitio. Y que existe una conciencia castellano-manchega, labor ésta en la que, sin duda, ha sido muy importante el liderazgo y la capacidad de José Bono. Una conciencia regional que convive con la afección provincial. Esa realidad sociológica, sin embargo, es apenas detectable en Castilla y León. Es lo que aprecio, y lo lamento porque soy de los que consideran que Castilla y León deben estar juntas. Pero lo que veo es que Ávila y Segovia miran más a Madrid que a la meseta del Duero; que Salamanca va un poco por libre con su pupila Zamora y que León, en fin, siente mucho más calor en sus fronteras astur-galaicas que en las llanas y orientales. Parece, pues, que sólo el triángulo Valladolid-Palencia-Burgos está integrado en un mismo proyecto. Con el añadido de la despoblada y periférica Soria. Entre esas cuatro provincias uno aprecia una armonía semejante a la que se detecta en las provincias castellano-manchegas, incluyendo la muy fronteriza Guadalajara. ¿Qué se puede hacer para dotar de más verosimilitud a Castilla y León? Yo creo que dotar de un mayor autonomía a cada provincia, dentro del marco de la comunidad. Y es que no creo tanto en la dialéctica de las dos regiones hermanadas -como el estatuto refleja- sino en que cada provincia tenga una mayor presencia. Además, ¿qué hermanamiento real sienten los salmantinos con los leoneses? Y esto sucede porque los ciudadanos de Castilla y León se identifican, sobre todo, con el espacio provincial. Entiendo, pues, que las instituciones provinciales deberían tener un mayor peso en nuestra comunidad. Y que el propio gobierno autonómico debería intensificar su territorialización. Para acercarse a la comunidad real. A unos ciudadanos que constatan que no crece el sentimiento castellano-leonés después de un cuarto de siglo; y que poco importa que las dos regiones históricas lleven unidas setecientos años. Hay, pues, que buscar otros nexos. Aunque sean los de la desvinculación respetuosa y también leal. Pienso en una autonomía «federal», si se me permite el adjetivo. Es el modelo que le iría mejor al tamaño y a la realidad social, histórica y sentimental de Castilla y León. Porque cada autonomía es un mundo y tiene que encontrar su camino. Aunque sea a través de una paradójica desvinculación. Castilla y León son nueve provincias y no tanto dos regiones. Y sospecho que sólo desde un mayor protagonismo provincial se podrá construir la comunidad autónoma.

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