Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

El gran relevo

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VICTORIANO CRÉMER
León

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NO SE CANSABA de repetírmelo mi buena tía Federica: «Esto tiene que cambiar zagal, que no siempre el hombre va a estar a las maduras para dejar las duras a la «mujera», que dice el de la patera. Y es que, según la historia que cuentan las señoras que no tienen otra cosa que hacer, el hombre, desde el felicísimo Adán el de la manzana, no ha dado golpe serio ni para emparejarse con la señora Eva, la de la culebra enroscada al árbol del Bien y del Mal. Durante siglos, el hombre ha sido el perfecto animal de siesta y camisa blanca el sábado sabadote. La mujer, en vano clamaba por la voz de Clara Campoamor o de Victoria Keink contra aquella injusticia distributiva, demandando, de quien pudiera hacer algo positivo al respecto, que los hombres se dejaran de pretender dominarlo todo y que cedieran una parte del poder que se les había atribuido por el solo hecho de facilitar la obra al Señor del Paraíso y repartiera la labor doméstica o de la choza, con el mujera esclava. Y cuando la sociedad fue cediendo posiciones ante el empuje tremendo de la mujer, convertida en Monja Alférez, consiguió que se abrieran las páginas de los códigos y se aceptara que lo mismo que el hombre se comía las tajadas, debiera roer el hueso duro de la vida¿ Como, por ejemplo, es un decir, planchar la ropa, coser los rotos y lavar blanco muy blanco. «¡No hay derecho! -decían las sufragistas de la Historia moderna, que el hombre huelgue y se apropie de los bienes de este mundo y del mando general para todo, y la mujer se vea sometida a la función de sirvienta para todo. El Consejo Social de San Andrés del Rabanedo, (que es tierra sagrada para los unos y para las otras) parece que está elaborando el Programa de Actividades para el próximo ejercicio, en el cual se establece que el hombre habrá de incorporarse al batallón de mujeres obligadas a dar la teta al niño, limpiarle el traserito y hacerle la papilla, entrando en el ámbito de la vida laboral con todos los derechos inherentes a su condición de señora estupenda que además de parar niños a 2.500 euros por pieza, se ve obligada a cuidar al gran zángano doméstico: ¡Aquí o trabajamos todos o rompemos la baraja!, parece ser que ha dicho la mujer erigida en alcaldesa, en concejala o en consejera, cuando, no en virtud del régimen del reparto equitativo, llegue la mujer, por sus propios merecimientos a gobernar la nación. El verano, contribuye a que el varón, el macho dominante, así que se enteró del propósito del Consejo Social de San Andrés, se llevara las manos a la cabeza, no por lo de los cuernos, sino por las exigencias impuestas y se disponga también a crear la Asociación en defensa de los hombres que además de trabajar en la mina, en el andamio y en el Líbano, se ve amenazado con tener que hacer la cama, cuidar al niño cagón y planchar la ropa¿ ¡Tampoco es eso, tampoco es eso!.. ¿O sí?

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