Diario de León

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VAMOS a Picos. Allí hay tapete; y sobre el tapete, un mus entre lo público y lo privado de mucho farol y de órdagos más falsos que la cebra de un gitano, dicho sea con todos los respetos étnicos... y faunísticos, que también las cebras tienen su honrilla. El tapete es ese prodigio natural, parque nacional desde hace cien años, y manda ahora el criterio de limitación progresiva de actividad humana. A los biólogos funcionarios les encantaría una reserva sin paisanos como si fuera aquello un laboratorio naturalístico bajo su estricto control y gobierno, porque se sienten dueños morales del privilegio, pero la paisanada se encrespa al ver limitados sus pasos y aprovechamientos. Sin embargo, tendrán que seguir ahí y no sólo por ser propietarios del sitio, sino porque esperan que un día también se les considere como un bicho más de ese retablo de maravillas, pues no en vano ese parque y su riqueza son el resultado de la intensa interacción entre actividad humana, faunística y vegetal, doce siglos de activa presencia en aquellas encrespaduras de peña y pasto o en hondonadas de aldea, praderío, huerto y arbolones. Paisanos y bichos establecieron un ten con ten (la pica Ten rige Sajambre), se repartieron espacios, y en este acuerdo sólo escrito en el aire han estado mal que bien todo este tiempo. Los resultados de este binomio hombre-medio están reflejados en un exahustivo estudio que encargó hace veintitantos años la Diputación sobre el macizo leonés de Picos de Europa (para que muriera de silencio y pena en algún sótano del despilfarro) en el que se cuenta con precisión científica del número de especies, hábitats y poblaciones animales. Fascinante riqueza alumbrada entre los usos tradionales del hombre (ganado, prados, talas, agricultura montaraz) y la vida silvestre o salvaje. Los viejos usos han ido despreciándose. Paradójicamente, no parece lo mejor. Desaparecieron especies asociadas a surco y siembra, otras menguan, los osos ya no tienen su postre colmenero, al rebeco le entra sarna y hasta el lobo de Cordiñanes ha pedido la baja. Si esos biólogos con sentido propietario sobre este espacio no garantizan que excluyendo al hombre haya más riqueza biológica allí, deberían proponer entonces la vuelta a usos y cultivos tradicionales, considerándose al hombre... como bicho de la cadena trófica.

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