Diario de León

Diario de una aventura Desafío extremo Elbrus

¡Qué bonito es hacer cima!

El montañero leonés corona el monte Elbrus tras cuatro jornadas de adversidades en las que el tesón fue determinante para completar con éxito un nuevo desafío extremo

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Jesús Calleja Jesús Calleja - kabardino balkaria
León

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Día 8 de agosto. Hace solamente cuatro días desde que llegamos al monte Elbrus y ya hemos hecho cima, pero antes hechos un vistazo hacia atrás. Lo que hemos tenido claro desde el primermomento es no contratar las malditas máquinas pisa-pistas que aquí los rusos utilizan para transportar a montañeros a cotas superiores, incluso a 4.600 metros de altura (a 1000 metros de desnivel de la cima de esta gigantesca montaña). Con este claro planteamiento hemos ascendido hasta llegar al último refugio que hay en la montaña, se llama Diezel, y está situado a 4.100 metros de altura. Es un lúgubre lugar, rodeado de unas vistas espectaculares de toda la cordillera del Cáucaso. En este emplazamiento están los restos de otro antiguo refugio llamado Priut 11 que fue la joya del alpinismo ruso y que se quemó en 1998, y todos los restos de este incendio: maderas, hierros, latas de conserva, calderas, chatarra y más chatarra aquí quedaron aquí abandonados, convirtiéndose en la actualidad en el mayor estercolero que he visto en un campamento de altitud. Por suerte nosotros hemos estado alojados en unas nuevas instalaciones de apenas unos meses. Al día siguiente hemos subido a 4.700 metros a un lugar llamado «Pachucova rocs», o algo así. Otro día más de descanso, y para la cima el día 8 de agosto. Nos levantamos a las dos de la madrugada en un ventoso día, pero no demasiado frío en una montaña que se caracteriza por cambios brutales del tiempo, vientos muy violentos y temperaturas árticas. Pero este día la montaña de las mil montañas como aquí la llaman ya porque destaca más de 1.000 metros sobre el resto de las montañas de la cordillera del Cáucaso decidió ofrecernos la mejor de sus caras: un día limpio, en el que a medida que avanzaba se paraba el viento y nos hizo disfrutar de una espléndida jornada de montaña. Pero antes la anécdota. Estábamos gravando para el documental que estamos preparando la televisión. Eran las 3.30 de la madrugada, completamente de noche y Emilio empleaba la antorcha de luz para filmarnos mientras ascendíamos. De repente vienen una de esas malditas máquinas asquerosas que llenan el ambiente de humo, rugen y «joden» todo el entorno, cargado de montañeros por llamarlo de alguna manera, y como parece ser que le deslumbró, el muy entúpido arremete contra nosotros con la máquina, haciendo un trompo para echándonos nieve encima, pasándole la cuchilla muy cerca de nuestro amigo y cámara. Sólo esperamos llegar a los 4.600 metros donde la montaña es otra. Se terminó el ruido, la contaminación, el olor a combustible y empieza una preciosa ascensión por palas muy inclinadas de nieve helada, donde no se puede cometer un error porque se terminó la vida; si te precipitas estás en el fondo de alguna grieta de los 22 glaciares que tiene esta mole. Progresamos a muy buen ritmo hasta alcanzar una travesía que parecía que no tenía fin, y poco a poco empieza a amanecer. Todo el Cáucaso se pone rojizo con los primeros rayos del sol, se para el viento, y la alargada sombra del Elbrus se elonga hasta una distancia increíble. Nos sentimos abrumados por tanta belleza. Se dá la circunstancia que cuando llegamos al collado donde se encuentran las rampas finales y áas empinadas ya hemos adelantado a casi todo el mundo que salió antes. Nosotros llevamos muy buen ritmo y sólo paramos 10 minutos a descansar. Empezamos lentos pero sin pausa por estas rampas de 50 grados hasta llegar a un plató de 400 metros de longitud, y «ya está», la cima, esta espectacular e increíble cima que es un mirador de 360 grados por todas partes. Estamos emocionados y se nos caen las lágrimas. Nos hemos dado una paliza de órdago. Fueron más de 1.500 metros de desnivel para alcanzar los 5.642 metros de altura. ESCRIBE: Siga la aventura en: www.jesuscalleja.es

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