Diario de León

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QUITA allá, mujer, con el calor que da eso (en un chiste camero de Forges le replica así el Mariano a su Concha al sugerirle ella que le arrime el material). La caló es paisana; y el frío, maromo; o sea, las mujeres siempre tienen frío y los tíos sudan cebolleta pocha hasta en la sombra de enero (recuerda que las tres cosas más frías del mundo son las manos de un barbero, el hocico de un perro y el culo de una mujer). Las cazurras de este agosto bufan con los caprichos del termómetro y clavan en los cielos su protesta algo airada porque esto no es verano ni cosa que se le parezca (esperaron a las rebajas tardías y no ven modo de estrenar ese despendole de ropita liviana, pues ya hay que llevar la chaquetina al brazo por si se a media tarde se pone fresco, detalle por el que en los campos nudistas delata una mujer que es leonesa). Hay quien sostiene, por contra, que no hay verano más privilegiado y envidiable que el de aquí con su macedonia de temperaturas donde se amecen en el mismo día canículas y fresquíviris, oscilando desde los seis grados de la madrugada a los treinta de la retestera en mediodía (con seis grados amaneció hace cuatro días este agosto; cinco hay dentro de un frigorífico). Ya, pero el frío conserva y preserva; el calor acelera y corrompe. Un mosquito cínife tiene un veinte por ciento más de espectativa de vida aquí que en Huelva. ¿Y qué mar buscar en verano desde estos frescores?... La mar cantábrica, ni lo dudes, el norte del no agobio, la playa en su justa medida y tiempos, el chigre en la suya, la vueltina a mano, el libro en la siesta muerta, el plato con marmitaco, las sardinas con sidra y la cena conversada. Suelen replicarme siempre que en el norte te puede llover y te chafa las vacaciones. ¡No jodas! ¿De verdad? ¿Llueve también en los bares, en los museos, lonjas, monasterios románicos, en las camas del meneo, en las partidas de mus o en las tiendas de chamariles, regalitos y pijadas?... Tienen esos nortes para vacar más sugerencias que el monopolio playero del sur donde muchos sitios huelen sólo a fritura y colector. Gracias a la fresca, el Cantábrico da más juego. Y si sobrevienen fríos, se arregla el contratiempo arrimándose, así que Concha ya le está diciendo al su Mariano que el próximo año elija un sitio entre Fuenterrabía y Ferrol.

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