Se despachó

EL CALOR trae siempre escondido bajo su lengua de fuego un perfume... y un puñal. Así viene cuando arde: brinda amores o invita a muerte (las guerras y revoluciones son para el verano) porque la sangre que hierve cosquillea en las ganas, reaviva rescoldos o transtorna la razón. El ferragosto de la semana pasada sembró de víctimas las páginas de sucesos: en los arcenes y cunetas, la cuota creciente de cascos rotos y vidas derramadas; en la trastienda de la fatiga conyugal y en el calor de la discusión, puñaladas al pecho; en las peñas más broncas y farallonas, a dos montañeros muertos tocó el fin de semana; y en un montecillo boscoso de Gerona, con nota manuscrita en el bolsillo, Lluis María Xirinacs se despachó a la vida perdurable porque sí (o porque no) para que no pudiera hacerlo la enfermedad corrosiva e irreversible que le encaminaba a los finales; y antes de ser mera estadística clínica, se martirizó como víctima y «esclavo en unos Paisos Catalans ocupados por España, Francia e Italia». Para los nacionalistas picudos es un suicidio protesta. Vale. Si era un profeta, como le definió Pujol, ¿estará invitando al resto de esclavos a que se consideren mejor esta vía que la del apremio?... Conocí y saludé a Xirinacs en Gerona a pocos meses de morir Franco. Fue en encuentro fugaz con un amigo común que era capitán de ingenieros de mi cuartel, demócrata cierto (se libró de las purgas y dispersión de oficiales de la Unión Militar Democrática en aquel cuartel puto y encanallado porque era yerno del gobernador militar de la plaza, menos mal), tío culto aquel capitán, vitalista y hasta matriculado en cursos de teología en los que monitoreaba el cura Chirinás , aquel mosén que en los dos minutos que duró el saludo me pareció un tipo bondadoso, sublimado, levítico, levitante e iluminado, muy iluminado, con esa cara de seguridad profética y bíblica que suelen adoptar los que creen tener la verdad absoluta agarrada por el rabo... y a Dios de su parte, preso por los huevos. Era entonces, más que nacionalista, antifranquista activo y pacifista, la no agresión por norma. Después derivó en impaciencia enfermiza justificando la muerte dictada por el terror si es patriota quien mata y roba. Y se puso a leer la paz y el evangelio con un puñal por marcapáginas en un atril de dinamita.