Diario de León
Publicado por
Antonio Núñez
León

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HAY UNA fenomenal bronca en Cataluña porque, si un día no funcionan los trenes, al otro se apaga la luz y entre una y otra avería, como es natural, se hace de noche. Ha tenido que acudir al Parlamento para dar explicaciones la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, llorando como su propio nombre indica, a fin de convencer a los tramuntanos payeses de que la culpa es de un tal Aznar, gafe de alias el Eclipsado. No está claro que haya convencido a los de la barretina, pero la ministra, buena andaluza, ha dado el cante. Por la boca muere el pez. Asegura Magdalena que el Gobierno no tiene la culpa de las cuitas catalanas porque está invirtiendo allí nada menos que el 18% de los Presupuestos Generales del Estado, o sea uno de cada cinco euros calculados a ojo de buen cubero. «¿Ves? Les pasa como a ti», dije ayer a mi hija pequeña cuando pidió un aumento de propina porque la tengo abandonada y quiere emanciparse de la patria potestad. Tiene casi tanta labia como la ministra, así que no descarto que ocupe algún día una cartera de cuota, preferiblemente no a costa mía. Pero mientras tanto las cuentas no cuadran en casa y quien dice en casa dice en España. Porque, vamos a ver, si los catalanes se llevan el 18%, los vascos otro tanto, los madrileños y los valencianos el doble porque son muchos en Hacienda y los andaluces lo suyo de parte del señorito, está claro que a los demás no nos queda ni para mojar pan en la salsa del déficit. Eso explica, sin vuelta de hoja, el atraso de estas parameras en infraestructuras desde que fumigamos a los romanos en las Médulas, que lo dejaron todo como los topillos. En túneles, puentes y autovías, hoy por hoy los catalanes también lo acaparan todo, hasta los atascos, así que, si están cabreados, allá ellos. Se quejan de que Renfe les pone trenillos de cercanías que se retrasan un cuarto de hora o más o menos. Eso es que nunca han montado en el Shangai , que, cuando no se para, tiene previsto cubrir el trayecto La Coruña-León-Barcelona en una veinte horas, si bien lo normal es que lo haga, las más de las veces, en veinticuatro horas y un día. O en el talgo León-Alicante que transporta por el invierno a los jubiletas del Inserso desde el noroeste hasta la mar salada a la legendaria velocidad de la West Fargo y con parecido traquetreo que antaño, cuando la cabalgaba John Wayne, y los mismos resultados para los nuestros de la tercera edad, la artrosis de los huesos y la de la vía. «Luz, más luz», se pide ahora desde el Parlament como los clásicos. Ha comparecido también en el Parlament catalán el presidente de Endesa, Manuel Pizarro, y ha alumbrado con no vea usted qué batería de datos que la culpa no es de su empresa: alllí se ha invertido el doble por cliente que, por ejemplo, en el Bierzo, donde los empleos de Compostilla andan con la tensión alta y las nóminas de calambre en calambre desde que empezó la opa catalana de Gas Natural. Los mineros del carbón, el primero de ellos Vitorino, también lo ven muy negro. La peseta, diminutivo de pezza fue un invento traído de matute desde Andorra por otro catalán, Laureano Figuerola allá por 1868 y desde entonces el lema de sus paisanos ha quedado medio traducido al castellano en «la pela es la pela». Hay que reconocer, no obstante en su favor, que los coetáneos de Figuerola eran de aquella laboriosos, ahorrativos como ellos solos y organizados cual hormigas, de ahí probablemente el tamaño de Jordi Pujol como estadista y lo demás. Lo de echar las culpas al Estado de cualquier cosa que pase de la desembocadura del Ebro para arriba no viene de ahora. Ya Adolfo Suárez tuvo que taponar los agujeros negros de Banca Catalana, aún más hondos que los del barrio del Carmel, con fondos públicos. Queda todavía hoy la duda de si Ruiz Mateos y Mario Conde fueron a la cárcel por menos. Y, cuando Gonzáles y Aznar no tenían mayorías absolutas, parlaban catalá en la intimidad con Jordí pela a pela pelando el Presupuesto. Qué nos va a explicar, en fin, Magdalena a los de mi quinta. El victimismo nacionalista frente a Madrid sólo ha sido ensayado en León, aunque con éxito más bien pequeñín, por la UPL. Cierta vez, hará de eso unos diez años, el entonces concejal leonesista Rodríguez de Francisco amenazó con encadenarse a las vías del paso a nivel del Crucero hasta que lo suprimieran. El resultado es que no ha habido desgracias personales. Ha largado también con su boquita de piñón en comparecencia parlamentaria la ministra Magdalena que a ella no la dimite ni dios, sino, como mucho, Zapatero, pasándose por lo menos tres pueblos en infraestructuras. Preguntado Zapatero, el de aquí, ha respondido por lo cazurro a la problemática del país, en general, y a la del Crucero, en particular: «En boca cerrada no entran moscas».

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