Diario de León

Recordando a la princesa

Cuando se cumplen diez años de su muerte, el Reino Unido homenajea a Lady Di, una reina de corazones que, atrapada entre los amasijos de su coche, no pudo deshacerse de los «paparazzi» ni en los últimos minutos de su vida

Una mujer coloca una foto de Diana cuando se cumplieron tres años de su muerte

Una mujer coloca una foto de Diana cuando se cumplieron tres años de su muerte

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Alicia Hernández - madrid
León

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Adorada por las masas, perseguida por los medios y odiada por los monárquicos más puristas. La vida de Diana Spencer, más conocida como Diana de Gales o Lady Di, fue un cuento de princesas con carroza, bruja malvada y madrastra, pero sin perdices al final. Diez años han pasado desde el accidente que truncó sus deseos de poder tener una verdadera historia de amor junto a Dodi Al Fayed. Pero su recuerdo y su trayectoria, que parece más sacada de la ficción que de la vida real, permanece en el corazón de gran parte del mundo y sigue generando beneficios a todo aquel que saca algún retal del baúl de sus miserias. La reina de Inglaterra nunca vio con buenos ojos a la chica de la pequeña nobleza que su hijo Carlos eligió. En cambio, el príncipe observó en Diana las cualidades de una esposa abnegada, tímida y cándida que le proveería de un heredero. Una perfecta desconocida de las intrigas palaciegas y de los escarceos de su alteza con Camilla Parker-Bowles. Más de 700 millones de personas asistieron a lo que creían la culminación de una fábula de hadas el 29 de julio de 1981. Diana bajaba de un carruaje digno de La Cenicienta, encorsetada en un pomposo traje de seda color marfil con más de 10.000 perlas engarzadas y una cola de 25 metros de largo hacia la catedral de San Pablo. Le esperaba un adusto futuro marido que la menospreciaría en la vida y en la muerte. Su inocencia se fue desgarrando y su candor se apagaba como el de una rosa encerrada en el lúgubre calabozo que era el palacio de Westminster. Más de quinientos actos al año, la soledad, los desdenes de la reina y un matrimonio que le hacía infeliz le sumieron en varias depresiones que le llevaron al intento de suicidio en varias ocasiones. El nacimiento de los dos vástagos -Guillermo y Enrique- no consiguió crear el ambiente de familia feliz que esperaba y mantener la pose ante la prensa se hizo cada vez más difícil. Reina de corazones Iluminada por los flashes gran parte de su vida, acabó del mismo modo la noche del 30 al 31 de agosto en el Puente del Alma, en París. Atrapada entre los amasijos de su coche junto a Dodi Al Fayed no pudo deshacerse de los «paparazzi» ni en sus últimos minutos de vida. Se disparó entonces la «Dianamanía». Fue tanta la presión popular que la casa real británica tuvo que hacer un entierro de estado. Aunque despertó los sentimientos escondidos tras la flema británica, a día de hoy ningún lugar del Reino Unido evoca el recuerdo de Diana de Gales. El Palacio de Kensington que hace diez años se convertía en un vergel de coronas y ramos de flores no tiene ni una triste placa y en la Abadía de Westminster, donde se ofició su funeral, se recuerda a dignatarios y famosas personalidades británicas, pero no a la princesa. El legado de Lady Di fue efímero. No dejó nada material a lo que aferrarse y cuando murió, se llevó todo con ella. Pero la carnaza sigue generando beneficios. No podía faltar con motivo del fúnebre aniversario la publicación de varios libros que sacan a relucir el aspecto más pérfido de la que se cree una de las más dulces y sinceras integrantes de la realeza. Una amiga y una periodista son las responsables de sendos volúmenes que airean los posibles amores de Diana con John John Kennedy y un médico paquistaní y la describen como «vengativa y manipuladora».

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