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Cosas de aquí | Signos de otros tiempos

El laberinto entre el maíz

El gran laberinto del Camino de Santiago abre por sexto año sus pasadizos a los intrépidos visitantes, dispuestos a compartir la emoción de resolver el enigma

El misterio está presente a lo largo del recorrido del laberinto

Publicado por
J . Álvarez - león
León

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Caminante no hay camino, se hace camino al andar, puede ser una premisa válida. Pero en un laberinto, al volver la vista atrás, a veces verás el camino que has de volver a pisar. Hace ya seis años que Hospital de Órbigo ofreció esta experiencia a aquellos que desean recrearse entre la desorientación con un laberinto entre el maizal y un año más el embrollo de sus pasadizos ya está listo. Como en todo laberinto los callejones ofrecen a la visita su angostura y en ellos, el ritmo de pulsaciones subirá cuando llegue la decepción de un fin que no aparece. Ahí, de nuevo habrá que romper a andar y dejarse mecer por los maíces, transportar por los aires de la ribera del Órbigo y manejar la intuición a favor del jeroglífico. Al tiempo, tras varios intentos y abiertas las puertas de las sensaciones y las trampillas de las emociones, el laberinto abrocha los sentimientos del animoso visitante y éste comenzará a sentirlos con intensidad e incluso con la respiración encogida; por si se acerca una pista a través de la que poder descifrar el enigma. Una mazorca que sonríe, un cruce de caminos que se presenta, cualquier clave que pueda ayudar es siempre una ayuda. Un respiro, una reflexión, una decisión y adelante el caminante. Desandar lo andado, en un laberinto, tampoco detiene el tiempo, pero puede ganarse la salida. Para los pueblos Celtas las espirales eran algo muy mágico, un camino sin fin sobre sí mismo; y la línea continua, un símbolo de eternidad. Un lugar especial en el planeta para sentir pasar la vida o para enredarse en ella. Un lugar en el que además de cruzarse los caminos se cruzan las tradiciones los mitos y las leyendas. El indeciso que visite la girándula de Hospital de Órbigo recogerá a lo largo de las galerías el alegre presentimiento de la toma de decisiones continua que exige esta visita. El decidido recibirá a cambio la serena capacidad para enfrentarse al misterio, al rompecabezas verde que acecha desde la ribera leonesa. La atosigante impaciencia compartida con las miles de cañas del maíz se transformará en un manso caminar a través del desafio y paso a paso en el estrechar de algún pasadizo se podrá incluso advertir el final, la salida, la solución, la meta el fin. Ahora el laberinto entero desaparece, pero dentro tras los desorientados pasos y las agitadas maniobras queda el placer hasta otra perdida visita. El pasatiempo bajo el sol, poco abrasador este año, y la suave brisa del Órbigo, sin nada alrededor y sin nada dentro, propone un acertijo; su salida. En su búsqueda encontrará el visitante atención y paz. Una paz que llega a través de los caminos sembrados de vías para la solución. Y ahora como pista, además de la foto, el laberinto de este año tiene como base de su diseño un girándula, que es una rueda que gira vertiginosamente despidiendo cohetes, agua de una fuente o caminos como en este laberinto.

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