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NO HUBO noticia más resonada aquel día que esa zanahoria, mal que pese a quienes asomaron en estos papeles diarios retratados a seis columnas. Esa zanahoria tiene su novelilla o cuentazo. Resumo el episodio al lego: señora de Santa Marina del Sil escarba y entresaca para el cesto las acenorias de su huerto y héte aquí que en una de ellas iba engarzado en su medio cuerpo, y sin estrangular el crecimiento, un anillo de buen brillo que era la mismísima alianza que ella había perdido hacía seis años sin saber dónde coños sería y cuántos padrenuestros a san Antonio le costó la búsqueda fallida, hasta que ese día le llegó inesperadamente el anillo como si fuera una señal que sólo el párroco o un santero sabrían decir si es signo de los cielos o de los infiernos, ayjuasús, no gafures, chacha. El suceso debería constar en el librote universal de Misceláneas y Curiosidades. Mandacarallo, dijeron del Bierzo allá y aivalaostia exclamó ante la foto un cazurro para demostrar que nació en Baracaldo y que en aquel instituto de patio aberchale le enseñaron a hacerse preguntas agudas como la punta de un colchón: ¿Quiere decir eso que ahora esa buena señora tendrá que casarse con la zanahoria o, al menos, adoptarla como amante o consuelo?... ¿o será el marido quien tendrá que conformarse con la nueva esposa que le viene anillada en esa hortaliza del misterio?... Listo el tío. Piensa. Antes blasonaba a toda hora de ser vasco, nunca leonés, no jodas tú, quitallá, vasco de nacencia y casi casi del mismo Bilbao. Ahora sigue siendo vasco, pero en la intimidad, y le vimos el otro día con un banderín leonesista reconquistando las campas de Rodiezmo como quien ensaya unas Navas de Tolosa. Se sabe de ocas o peces que al limpiarlos en la cocina mostraron su tesoro en el bandullo o la molleja, un anillo, una joya perdida, alguna extrañeza. Incluso en los higadillos de algún pajarraco podría estar el nombre del sucesor de Rajoy (así averiguaban los augurios y los futuros los arúspices de Roma que sabían leer las entrañas de las aves). ¿Y si se tratara de una raza de zanahorias especializadas en recuperar tesoros enterrados o verdades escondidas?, añadió el de Baracaldo. Pues que siembren esas acenorias en patios de conventos y castillos o en la cabeza de cualquier concejal de urbanismo. Y a ver qué pasa.

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