CRÉMER CONTRA CRÉMER
Festival de Cine de Astorga
NOS QUEDA A LOS LEONESES de la capital del viejo reino agradecer profundamente a la ciudad de Astorga, por su demostración cultural de la cual es testimonio calificado el X Festival de Cine que tendrá su finalización en los próximos días, después de hacer comenzado semanas atrás, en las últimas fechas de agosto. Durante este tiempo, en la ciudad capital de la maragatería tienen lugar proyecciones cinematográficas de muy singular representación en la historia del cine, y se amparan concursos de cortometrajes y encuentros críticos. Al frente de estos actos de tan singular importancia, aparecen figuras bien establecidas en la programación internacional cinematográfica y se montan encuentros didácticos que en cierto modo, además de servir como información indispensable para conocer el nivel y el tono de la cinematografía de la España de la postmodernidad, nos permiten reiterar las sensaciones que en nosotros, espectadores implacables en nuestro tiempo de las obras que mejor contribuyeron a despertar el interés general, nos pusieron en la senda de la iniciación de la cultura cinematográfica que había de alcanzar en España un signo sobresaliente y una seducción persistente. Hubo un tiempo en el cual, por ejemplo, en la capital de León aparecían abiertas doce o más salas de cine y fundamento esta abundancia para que el espectador se convenciera de que el cine podría estimarse como el lenguaje de nuestro tiempo y como la filosofía cultural de nuestra circunstancia. Cuando el ramalazo de indiferencia general anuló la influencia que las artes del cine, de la poesía, del teatro y fueran borrándose de todas las consignas culturales, León se quedó en un lugar semidesierto, en el cual el cine, el teatro (y el libro, también el libro) quedaron excluidos de la formación social de la comunidad. Quedaron focos de abrasadora insistencia, como este que desde hace doce años se declara en Astorga y se nos ofrece la generosa oportunidad para que los leoneses puedan resarcirse de su decadencia. Repasar siquiera el programa que contiene el índice general de esta demostración cultural, nos mueve a sentirnos orgullosos de que todavía ardan entre breñales, restos de aquellas lumbres cinematográficas que fueron signo inapelable de la decisión leonesa de mantener en pie los fundamentos de la cultura que mandan hacer los tiempos nuevos. Reponemos de paso algunos argumentos de títulos tan soberanos como el rescate de la cinematografía que en Antonio Machado se siente, como se sienten los acentos de Charlot o de Bergman o de Guillermo Del Toro. Como si nosotros tuviéramos la culpa de la decadencia leonesa que se siente en materia de cinematografía y como si nuestras limitaciones físicas no nos impidieran estar donde debiéramos, nos sentimos inmersos en este glorioso espectáculo que Astorga nos ofrece, con nuestra gratitud.