Diario de León

LA PENÍNSULA

Rearme de ficción

Publicado por
EDUARDO CHAMORRO
León

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EL MUNDO LLEVA unos cuantos siglos preguntándose por Rusia, ese dilatado y, en ocasiones, hirsuto invento euroasiático al que Churchill se refería como a «un acertijo oculto en un misterio encerrado en un enigma». Lo bueno de esas preguntas que se suceden a lo largo del tiempo y, en este caso, incluso del espacio, es que suelen suscitar un surtido de respuestas habitualmente inútiles pero entretenidas. Hoy por hoy la respuesta podría ser que Rusia ha venido a ser lo que sus espías han señalado que sea, y las decisiones de los espías casi siempre entrañan el propósito de despitar y engañar al enemigo, hipotético o real. Al engaño y los desplantes les vienen muy bien las humaredas, los fragores y el estruendo, los pitos militares, la flauta bélica, el ir y venir apresurado de las tropas. Son las apariencias que despliega ese espectáculo al que acuden ritualmente las potencias, llamado maniobras militares. Putin escogió la plenitud de las maniobras del Pacto Cooperativo de la Organización de Shanghai (Rusia, China y cuatro naciones del Asia Central) para enviar una manda de bombarderos nucleares a merodear por los faldones de la Otan, poner una bandera en los abismos del Polo Norte y avisar que el regreso de la flota rusa al Mediterraneo es inminente. Qué más quisiera Putin que poder ver con sus ojos la revitalización de los puertos que la Unión Soviética solía usar en, por ejemplo, Siria. Qué más quisiera que las flotas del Báltico y del Mar Negro fueran lo que fueron y llegaran a lo que quisieran ahora mismo ser. Qué más quisiera que los submarinos rusos dejaran de pudrirse en sus fondeaderos, y de ser una amenaza para sus tripulaciones en cuanto deciden viajar por los fondos de los mares. La fuerza militar rusa está lejos de ser baladí, desde luego, y sería estúpido considerarla trivial. Pero no es una amenaza sobrecogedora, salvo que alguien se vuelva loco y deje caer desde un SU-24 una bomba en Osetia del Sur, un territorio en disputa entre Rusia y Georgia. Eso pasó hace unas semanas, y el gobierno de Georgia ha puesto el grito en el cielo. Putin se ha limitado a decir que no sabe nada de la bomba, que si él no sabe nada es que la bomba no es rusa, y que a ver si los georgianos se estan bombardeando a sí mismos. Cuesta algo de trabajo imaginar a Putin desperdiciando bombas. O persiguiéndolas.

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