CRÉMER CONTRA CRÉMER
Cuando las ganas de amar aprietan
«CUANDO LAS GANAS de amar a tiro limpio aprietan, ni la paz ni las leyes se respetan». Y esto es algo de lo que debió pensar un cierto señor, cuyo nombre ni figura en los anales ni importa demasiado, vecino de León, que es nuestra tierra y la de don Francisco Fernández, regidor mayor de la ciudad, siendo las seis de la madrugada, que ya es hora para que los chicos estén en su casa y los niños en la cama, y de una edad que no sobrepasa los veinte años (que es por cierto edad que me ha sido recomendada) asaltó, en el sentido sentimental, a una chica, se supone que de su mismo talante, invitándola al baile. La muchacha, al principio y dada la obra desacostumbrada para esta clase de escarceos sentimentales, le debió mandar a hacer gárgaras o puñetas, asegurándole que no era hora para estos devaneos y que la dejara en paz y en gracia. Pero, ya lo advertimos al principio de esta crónica de la ciudad: «Cuando las ganas de amar a caño abierto aprietan ni la paz de los sepulcros se respeta» y sin duda seducido por la belleza de la joven y en vista de que a una hora tan anormal como la que el destino les deparaba debiera ser aprovechada, porque menos da una piedra, sin resignarse a su fracaso sentimental en una hora tan desacostumbrada y en un escenario tan escasamente apto para esta clase de representaciones, persistió en el asalto a la plaza, que tan obstinadamente se le cerraba, lo que inevitablemente produjo en la chica un estado tal de excitación, que hasta los serenos se dieron cuenta de que algo ocurría en la respetable calle de Don Ordoño, el segundo y de que convendría intervenir para defender el honor de la ciudad y la integridad física de la muchacha. No se conocen los gritos de su contenido real, pero debieron ser algo así como: «¡Auxilio, que me violan!» Y no era posiblemente un conato de violación, sino simplemente un acto de aproximación para un futuro romance que, quién sabe, a lo mejor podría terminar en boda; que enlaces más serios y en escenarios menos alevosos han dado lugar a matrimonios bastante sólidos. El caso es, o fue, que acudieron los señores guardias, que casi nunca están donde debieran estar, y detuvieron al «presunto autor de un acto de violación». Y León pudo dormir tranquilo, ya sin temor de que asaltaran la casa lo rumanos y consiguieran llevar a cabo sus maléficos propósitos¿ Y esta historieta viene a cuento y a cuenta de la respuesta que el señor Zaplana, que es un personaje político con influencia dio a una avispada periodista sobre el estado de la nación, el estado de las finanzas, la situación de los precios de artículos indispensables para vivir y para satisfacer las ansias de enlace con señora peregrina. El cual señor interrogado por la cuala periodista propuso visionamiento como el que podrían ofrecer los amantes del amanecer en lugar de pasarse el ejercicio inventando promesas que ni se cumplen ni se convierten en realidad. No hace falta decir que los efectivos del Cuerpo Nacional de Policía practicaron las diligencias correspondientes. No hace falta decirlo, pero lo digo.