EL OJO PÚBLICO
Síndrome ANV
¿POR QUÉ SE NIEGA el Gobierno a instar la ilegalización judicial de ANV, una vez evidenciado que ANV es un partido que da continuidad a Batasuna, reproduce milimétricamente su discurso y actúa como lo ha hecho Batasuna desde siempre? Esta es la pregunta que hoy se hacen, sorprendidos e irritados, cientos de miles de españoles. El Gobierno la responde retomando un argumento del que ya echó mano en el pasado para no instar la anulación de una parte sustancial de las candidaturas de ANV a las elecciones locales y autonómicas de mayo: el de que no existen todavía pruebas suficientes para lograr el objetivo de la ilegalización. Ocurre, sin embargo, que hoy ha quedado demostrado lo que en mayo era sólo una fundadísima sospecha: que Zapatero decidió entonces no instar la anulación de todas las candidaturas de ANV por el hecho de que seguía negociando con ETA, pese al atentado de Barajas en diciembre. El Gobierno lo negaba, por supuesto, y acusaba de crispador y derechista extremo a todo el que se atrevía a dudar de sus mentiras. Aunque con Zapatero nunca se sabe, no parece que el mantenimiento de los tratos con ETA sea actualmente la razón para no ir contra ANV. Tampoco, desde luego, la ausencia de motivos legales para ello. ¿Qué paraliza, por tanto, la acción de este Gobierno para instar una ilegalización que pide a gritos el cumplimiento de la ley? Es fácil: la obsesión de Zapatero por no asumir ninguna responsabilidad en el fiasco de la negociación con los etarras. Instar ahora la ilegalización de ANV equivaldría reconocer la gravísima responsabilidad contraída por el Gobierno por no haberlo hecho en su momento, cuando hubiera podido evitarse lo que es ya ahora inevitable: que ANV tenga representación en docenas de ayuntamiento vascos y navarros. Y equivaldría, también, a reconocer que esa acción incomprensible sólo resultaba coherente dentro de la lógica de una negociación que el propio Gobierno juraba y perjuraba había terminado con el atentado de Barajas... lo que era falso a todas luces. Pero ya sabemos que a este Gobierno no le gusta reconocer ni un solo error. Aunque el precio a pagar por su soberbia sea el de permitir actuar dentro de la ley, ¡nuevamente!, a un partido que no condena los atentados terroristas. ¡Nunca! ¡Ni uno solo!