Poco está permitido desde el despunte del alba hasta la puesta del sol
Un millón de musulmanes en España celebran el Ramadán
El ayuno estricto sirve para recordar a la gente que sufre y no tiene alimentos ni agua todo el año
Llega el medio día. Es la hora de la segunda oración y los creyentes se apresuran a la mezquita para cumplir con uno de los pilares fundamentales del islam en un mes especial, el de Ramadán. Arranca el noveno mes del calendario lunar de la Hégira por el que se rigen los musulmanes y con él, un ayuno estricto «mandado por Dios para recordar a la gente que sufre». Pero no estamos en Rabat o El Cairo, sino en España, donde un millón de creyentes se reúnen en torno a los templos para alimentar el espíritu. A pesar del hambre, Ahmed, un marroquí de 43 años dice sentirse «muy feliz». Para él este tiempo le sirve para «acercar aún más mi corazón al del Creador, sin intermediarios! a través de la oración. Con sus rezos pide por él, «por todo el mundo» y por temas que preocupan a cualquier musulmán: «el fin de los integrismos». Durante treinta días los seguidores de la doctrina dictada a Mahoma por Alá no podrán comer, beber ni siquiera un vaso de agua, fumar o mantener relaciones sexuales entre el despunte del alba y la puesta de sol. Cuando el último rayo de luz se esconde «todo está permitido», puntualiza Mohammed Elafifi, portavoz del Centro Cultural Islámico en Madrid. Esta disciplina no resulta nada fácil si se vive en España «porque hay muchas horas de sol», se queja Karim, un joven marroquí de 18 años, que comenta con sus amigos el ambiente tan distinto de su país natal. Estabilidad laboral En el grupo se encuentra Said. Él trabaja y lo que peor lleva es «cuando los compañeros se echan un cigarro y me quedo mirando». Su responsabilidad laboral no le impide acudir al rezo del viernes. «Existe un convenio entre la comunidad islámica y las empresas españolas para flexibilizar el horario laboral», explica Encarna Gutiérrez, secretaria general de la Fundación de Cultura Islámica. Amina y Zara también pueden compaginar sus estudios de secundaria con el deber del ayuno -confiesan que pasan «un poco de hambre»-y con las cinco oraciones del día. A pesar de su juventud, Ahmel, de diez años, afirma tímido que realiza el ayuno «como los mayores». Su hermana, dos años menor que él, aún no lo hace y se salta alguna que otra oración. Pero como aclara Encarna Gutiérrez, «no es sólo no comer». El Ramadán significa «acercarse al que pasa hambre y sed» y olvidarse por un tiempo «de la fiebre de estar pendiente de las cosas materiales», añade Elafifi. En definitiva, solidarizarse con los que están desamparados y desprotegidos «durante todo el año». De esta norma tan estricta quedan exentos los niños pequeños, embarazadas o gente que padezca diabetes, del corazón o el riñón. Los viajes largos y trabajar bajo unas duras condiciones son otros motivos por los que eximirse. Aunque parezca severo, Tareq expone que todos los musulmanes esperan que llegue este mes «como agua bendita». Viene de Marruecos y aunque no cuenta la treintena, ha vivido en Francia, Bélgica, Holanda y, ahora, en España.