La última
«Lo beso muchas veces»
Miguel Suárez nació en Genicera hace algo más de cien años y, tras el campo, unos años en México y la docencia, decidió vivir en el corazón de León, en la residencia Virgen del Camino
iguel Suárez cumplió 108 septiembres. Hoy Lorca sólo tendría un año más que este sensible leonés. Genicera, el pueblo que lo vio nacer, seguramente no se despertó con su llegada al mundo, entonces es posible que nacer en una aldea fuera más común que hoy en día. España perdía en 1899 más colonias de ultramar y León ganaba un "imponente" vecino, como lo definen sus compañeros de la residencia geriátrica Virgen del Camino. Madrid recibió ese año una granizada de 50 centímetros y la montaña leonesa se cargó de vitalidad con la llegada al mundo de Miguel, energía que aún se deja notar cuando suelta un apretón de manos, una clara sonrisa o una amigable mirada. Dicen que envejecer bien depende de la actitud ante la vida; Miguel entonces ha tenido que tener esa actitud que a veces suaviza los días amargos y que ilumina las oscuras etapas que en ocasiones se posan en algunos paisajes de la vida. Por eso, hoy son los dulces recuerdos, seguro, los que aún le hacen volver a la vida cada mañana, sin enfado, sin victoria. Tranquilo y despacio, pero sin letargo, Miguel se deja querer, y aunque conversa con dificultad debido a una acentuada sordera, no hay eco de ningún lamento o queja en su afinado rostro. Miguel estudió Magisterio, y sin duda es un maestro, ofrecer tantas ganas de vivir a un mundo que en ocasiones parece que le falta un tornillo, y convivir con estos nuevos tiempos, en los que como dice la canción, se empeña al amigo más fiel, sólo es posible para personas que tienen mucha clase. Hoy, Miguel continúa dando lecciones, sobre todo, de humanidad y como dicen sus compañeros de sensibilidad. «Disfruta de todo», aseguran sus amigos, Carmen, una guapa residente, dice que «le da muchos besos», y confiesa sincera que está segura que pocas personas saben recibir las muestras de cariño como las recibe él. Cuando Miguel ingresó en la Virgen del Camino hace diez años puso como condición salir a pasar la noche a su casa pero la residencia lo «abrazó» y en ella encontró un nuevo hogar de cariño, respeto y compresión. Un encuentro que a Miguel le ha hecho bien. Tras las verjas de la residencia dejó un mundo que en ocasiones no respeta al anciano, que a veces equivoca las canas con los tintes . Y así fue como Miguel encontró ese amor que no duele, esos compañeros de vida que admiran las virtudes y defectos del ser humano y donde sin resignación también halló la alegría de vivir ¡Que le vaya bonito, don Miguel!