Diario de León
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LUIS ARTIGUE
León

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ANDAR CON EL ÁNIMO BAJO es el modo de darse cuenta de que una sirena no es más que una sardina con malformación congénita¿ Sí, sobrevivir con el ánimo lleno de socavones empieza al abrir de mañana una ventana y echar un trago de otoño¿ Claro, por eso abunda en esta época del año la gente que sin motivo está hundida poéticamente, como Venecia, y de hecho se ven constantemente ahora los ciudadanos que presumen de su tristeza como si fuera un traje de Armani aunque lo suyo en realidad no es una pose, no: es todo culpa de Ibarretxe. El otoño, la estación más deprimente del año según los neuropsicólogos y mi portera, ha llegado de nuevo para hacernos saber que el umbral del dolor está disminuyendo al máximo en esta sociedad nuestra y por eso, según dicen, los jóvenes aspirantes a bachilleres son más rebeldes que nunca aunque no por su fortaleza sino por su debilidad. Sólo así se justifican las noticias de alumnos que agreden a sus profesores, a sus médicos, a sus padres¿ Y amanece que no es poco , nos recuerda Berlanga. «Que la culpa no es de nadie, que la culpa es del otoño» decía al respecto Lorca en la época en la que estaba borracho de surrealismo, y ahora creo que no le faltaba razón pues ciertamente todas las disculpas en el fondo son un poco surrealistas. Aunque pensándolo bien, o muy mal, si en vez de una disculpa fuera verdad que lo que estamos viviendo es por culpa del otoño, tendría sentido confesar que yo a veces me imagino al otoño como un ejecutivo encorbatado, con carnet del paro y todo, portando una pancarta en la que claramente se lee: «Hoy declaro la vida oficialmente injusta». Ya; ¿qué pensará de esto mi portera? Y es que la portera de mi bloque odia a los ejecutivos como el otoño odia a la primavera y de hecho ella, igual que una justiciera de tebeo, insulta a escondidas a cada engominado con traje de Armani que ve por la calle, pero yo sin pensar en ella acabo de leer una frase que tengo subrayada en las obras completas de Sigmund Freud -«el primer humano que insultó a su enemigo en vez de tirarle una piedra fue el fundador de la civilización»- y luego me he quedado dormido sin saber qué quiere decir con eso Freud. Pero, como pasa a veces en los sueños, de pronto mi portera se ha convertido en Ibarretxe con sus orejas de soplillo que le llevan a huir siempre hacia delante corriendo contra el viento como si así el viento pudiera replegárselas. No, señor Lehendakari, practica la estética pero no la cirugía estética el viento del otoño. Y gracias a Ibarretxe o tal vez a mi portera he mirado en derredor y me he vuelto a fijar así en el deprimente otoño con su luz de cárcel, con su cielo de hormigón, con sus hojas secas, con sus árboles desnudos y podados que parecen nervios¿ Vamos a hacer una consulta popular al pueblo vasco porque la violencia nos convierte en neardentales pero el padre del psicoanálisis dice que el insulto es el comienzo de la civilización. Sí, somos civilizados y por eso a los de Madrid ya no vamos a tirarles piedras sino sólo a llamarles sutilmente gilipollas, mire usted. ¡Vaya como viene el otoño! Y es que dicen los psicólogos y mi portera que el otoño deprime más que ninguna otra estación; que de hecho favorece los suicidios, los despidos improcedentes, las cenas en restaurantes chinos, las lágrimas de las señoras cincuentonas que confiesan en los reality shows haber sido violadas por su dentista y favorece también la radicalidad. Oh, la diosa rabiosa de la radicalidad. Por causa de la radicalidad emocional del otoño sufren ahora más que nunca los ejecutivos, engordan su sueldo los psicoanalistas, se vuelven locos los bachilleres y hasta la imaginación se torna un poco pesimista... Surrealista¿ De hecho en otoño Ibarretxe es menos convincente que un boxeador que recomienda poner la otra mejilla. Zapatero debería declarar el otoño inconstitucional.

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