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Publicado por
CÉSAR GAVELA
León

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ÁNGEL Z NACIÓ EN PONFERRADA en 1940. Veintiún años después emigró al barrio de Belgrano de Buenos Aires, donde fue feliz y memorioso. Y también infeliz, como siempre pasa. En América, Ángel Z. hizo vida de hombre de oficina, pero también de aficionado a la cultura. Porque había conocido el misterio de la literatura en Ponferrada, cuando estudiaba el bachillerato. En América Ángel Z. tuvo amores y escribió versos. Algunas veces también escribía cartas a aquel profesor del instituto de su ciudad natal que le había revelado la belleza de la palabra a través de la lectura de Azorín y de Valle-Inclán. Entre otros. Años después, cuando llegó la dictadura asesina del general Videla, Ángel Z. volvió a España y se puso a trabajar como socio minoritario de un agente de aduanas de Barcelona. Ángel Z. empezó a escribir una novela sobre Ponferrada hace unos quince años. Me lo dijo en la casa de Ramón Carnicer en 1995, cuando le conocí; desde entonces somos amigos. Ángel Z. ahora es un hombre alto, de pelo blanco, de cuerpo fornido. Un hombre grande que siempre ha sido muy dichoso en el anonimato. Yo le dije hace unos días por teléfono que iba a hablar de él en este artículo y me pidió que no revelara su apellido. Y eso que es corriente, terminado en zeta, y casi universal. -¿Viajas con frecuencia a Ponferrada? -le pregunté. -Cada tres o cuatro años: allí no tengo a nadie. Voy a un hotel, doy unos paseos. Miro, medito, vuelvo. -Te imagino delante del castillo, en la basílica. -Piso poco la zona antigua: no es la mía. Yo soy de la Puebla, de la de los trenes. Aunque ahora allí cambió casi todo. Pero soy de ahí; de la calle Dos de Mayo. Y siempre pienso que, aunque he viajado mucho, casi nunca he salido de ese barrio. ¿Tú me entiendes? Sí le entiendo; o creo que le entiendo. Le hablé luego de su novela y me dijo que era su único libro, y que lo sería también. -Lo terminé en marzo. Mil páginas. -¿Y qué narras ahí? -Una fascinación rara. La que yo sentí siempre por la Ponferrada de mi infancia, y eso que entonces era tan humilde, tan sencilla. -¿La ciudad del dólar? -En las casas y familias no era la ciudad del dólar. Ese mito corría por los bares, por los prostíbulos¿ Yo no lo viví. Además, era muchacho. -¿Y qué cuentas? -La vida. Hablo de luces, de noches, de lluvias, de niños enfermos, de ancianos, de mujeres, de palabras que pasaban por la calle, de mis padres, de los ingenieros de la térmica, de los parques, de los pobres, de los camiones que iban a las minas¿ -¿Solo de eso? -bromeé. -¿Te parece poco? -Sí. -También hablo de otras cosas -siguió Ángel Z.-. De muertes, de ambiciones, de desastres, de plenitudes. La vida. -¿Qué es la vida? -dije por decir algo. -El amor. -¿El amor? Pero tú has vivido casi siempre solo¿ -Accidentes que pasaron. Pero sé que el amor es todo. -¿Qué amor? -El único que es amor: el de la pasión, la entrega, el sexo¿ Y la melancolía. Todo eso es el centro de la vida. -Mucha gente no piensa así. Está el poder, el dinero¿ La religión incluso. -Lo sé, lo sé. Pero a mí eso no me interesa. Ni nunca. Solo el amor, sus luces y sus sombras. Y las palabras que lo cuentan. O que nos lo cuentan. Desde dentro. -¿Tu novela sale de dentro? -Claro. Es un libro de amor. A la ciudad. Pero, sobre todo, es un libro de amores que pasaron en Ponferrada. O que pudieron pasar. -Hablas como un maestro. -Solo soy un niño de sesenta y muchos años. -¿Estás enamorado? -Sí. Y por eso me importa poco publicar el libro o no publicarlo. Tengo lo único importante. Para mí. Luego escuché al fondo la voz de una mujer. Parecía joven. Y ya nos despedimos.