Diario de León
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CARLOS G. REIGOSA
León

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IGNORO CÓMO se llama el Goebbels de Birmania, pero no cabe duda de que la propaganda de la dictadura militar de este país está en manos de un aventajado discípulo del gran manipulador -y maniatador- de los medios de comunicación en la Alemania nazi. Basta con observar las medidas ahora adoptadas para percibir que el Goebbels original puede quedarse corto. Una censura implacable rescribe literalmente los diarios y revisa y corrige incluso los anuncios de los fallecimientos y las esquelas, como ha denunciado Reporteros sin Fronteras (RSF) Nada escapa al control del autoproclamado Consejo de Estado para la Paz y el Desarrollo, que ha erradicado la epidemia de sida con la simple censura de toda información sobre la enfermedad. Como ha eliminado el floreciente tráfico de drogas, que tampoco existe oficialmente. La esperanza se había refugiado en Internet, como estaban demostrando muchos blogueros. Pero los herederos de Goebbels.detectaron muy pronto el peligro, y el pasado 28 de septiembre liquidaron la operatividad de la red en su territorio. Sabían que la clave de su continuidad en el poder estaba en la ausencia de imágenes que acreditasen sus excesos represivos. El objetivo de la censura no podía ser más claro: anular todos los procesos mediáticos adversos con el propósito de lograr que el mundo -sin imágenes con las que escandalizarse- se olvide cuanto antes de ellos y de su salvaje dictadura. Y hay que decirlo: están consiguiendo su objetivo. ¿Cuántas víctimas mortales ha habido? Nadie lo sabe. ¿Cuántos seres detenidos y torturados? Se ignora. Los medios de comunicación oficiales hablan de normalidad y de alegría por la continuidad de los déspotas en sus puestos. Y los periodistas del resto del mundo empiezan a ceder ante dificultades insuperables para conseguir informaciones concluyentes. Así se va construyendo el progresivo olvido del drama birmano, con su Goebbels triunfante refocilándose en agudizar una censura tan eficaz. Occidente no debe apagar sus focos mediáticos sobre esa realidad. La humillación de los birmanos es la de todos. Nosotros podemos 1397058884 y debemos 1397058884 ayudarles con la denuncia implacable que demanda su situación.

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