Diario de León

CORNADA DE LOBO

Fue un privilegio

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ESTANDO tan cerca y dentro del medio siglo que hoy conmemora la Fundación Virgen del Camino, se me va el acordamiento, sin embargo, lejos, allá donde el destino y la dispersión situó a los viejos alumnos, unos pocos con el hábito dominico al que vocacionábamos y los más en el fragor civil donde sin duda exhibimos como crédito sobrado y largo honor el haber estudiado en un privilegio, en una novedad y en un sueño. Sin ese colegio jamás nos hubiéramos conocido los miles de gentes que llenamos esas aulas con codo hincado, los campos de deportes y recreaciones con algarabías, el coro con polifonías de primor y el futuro con probabilidades ciertas. Era un colegio y un tiempo a estrenar brindado por cambios conciliares; era un entregado claustro profesoral con grandes luces y las sombras oportunas para que el paisaje docente tuviera sus contrastes; era un bachillerato del que también podía salirse doctorado en pulso en púa, en teatros, en balonazos certeros o en artes históricas; era la luminosidad y el entrenamiento en la conciliación de las Españas que aquí estudiaron y soñaron juntas, pues fajamos, trabamos y celebramos una amistad fecunda en camaradería asturiana, vasca, gallega, navarra, madrileña, castellana... o en la españolidad americana que nos brindó otros horizontes en los que hoy dejan sus años y su pellejo viejos condiscípulos. Pero todos nuestros destinos no hubieran sido los mismos sin la figura comprometida y de inédita generosidad de nuestro paisano Pablo Díez, aquel hombre de empresa que partió de Vegaquemada a Corias y de allí a Méjico y cuya fundación del colegio y santuario significó un descomunal desembolso, una deuda que esta tierra no podrá saldar jamás. También él pudo estudiar y soñar en lejanías y futuros que no había en sus prados o acarreos gracias a los frailes dominicos, así que en cuanto pudo levantó estas moles de saberes y vanguardias que a no pocos nos redimieron del arado, del mostrador, del taller, del barrio, del rebaño... o de la vulgaridad. Ya no se ven alardes y compromisos de honor y paisanaje tan generosos como este (y nunca como hoy hubo tanto rico con fortunón de despendole; pero tacañean y sólo dan si desgrava o unta). Así pues, no sólo hay que dar gracias, sino proclamarlas. Porque fue todo un privilegio.

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