Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Un hombre tirado en la calle

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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SE ME VINIERON a la memoria, más o menos ateniéndose a lo original de aquella copla del Cante Jondo de Lorca que venían a decir: «Que muerto le encontré en la calle/ con un puñal en el pecho/ no le conocía nadie...» Porque allí estaba, como un montón inerte de carne muerta un hombre, un ser humano. Las gentes pasaban a su lado y a lo sumo se permitían el lujo misericordioso de depositar al paso sobre el hombre muerto (¿pero verdaderamente estaba muerto?) una mirada, unas pocas palabras musitadas como responso. Y allí, caído sobre el cemento del acerado seguía aquel hombre. Hacía frío ya en este comienzo del otoño, porque León es tierra fría para el hombre caído y no se anda con milagrerías. El que cae sobre el frío, congelado queda. Y las mujeres de la lástima, se detenían y las más atrevidas se acercaban hacia el bulto humano y le movían un poco... Pero el objeto, el caído, no daba señal de sentir ni el frío ni el calor y seguía roto sobre el asfalto. Alguien, con buen sentido y conocimiento del país y de sus recurso, avisó a la policía. Y al cabo de media hora de tensión, dio en aparecer un coche del 091, dedicado al parecer al cuidado de los caídos en la lucha por la vida o en la tentación canalla del botellón de los viernes. Se acercaron los guardias al caído y le movieron. Pero ante la imposibilidad de manejarle, creyeron lo más conveniente avisar a una ambulancia de urgencia. Y nuevamente se produjo el tiempo miserable de la espera. Al paso de no menos de media hora, llegó la ambulancia y los profesionales de la misma dieron cuenta inmediata de la situación. Desplegaron una camilla, arrastraron hasta ella al hombre caído y le subrieron con una sabanilla. Al fin de la triste escena la comitiva ambulante desapareció con su doliente o drogado o lo que le sucediera al caído, borrándose de la escena aquella parte del guión urbano. Estábamos en la plaza de San Francisco, uno de cónclaves más concurridos y recorridos de la ciudad y para alcanzar el fervor de un medio de transporte público sigue siendo un problema, sea por la escasez de medios oficiales o porque el sistema de taxis ha sido cercenado y han dejado a la ciudad con un sistema precario, que no da lo suficiente como para atender todos los servicios que la ciudad demanda. Y esto, que en el aspecto de cubrir las necesidades normales resulta insuficiente además de cara, cuando se produce un incidente como el de estos muchachos rendidos por su propia estulticia, resultan dolorosamente inasequibles... Y este del atendimiento correcto de las necesidades de la ciudad debiera ser uno de los motivos de mayor urgencia y solicitud por parte del municipio sea o no birregional, autonómico o independiente. Porque la vida de un hombre, aunque se encuentre, por su propia culpa, sumido en el máximo riesgo no puede dejarse al descuido general de la gente que pasa. Porque si la ciudad no dispone de medios urgentes de atención del ciudadano debe relevarse inmediatamente, abandonando los juegos políticos a los cuales está entregada. Porque es triste, es dramático que un ex reino como León se vea anulado por un servicio más propio de un tercer mundo.

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