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CRÉMER CONTRA CRÉMER

Los búlgaros de Corullón

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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DESDE NIÑO HE SENTIDO la seducción de una de las porciones más ricas, más sensibles y más activas del conglomerado geográfico y humano de León. Me dispongo a referirme a un poblado espléndido, del Bierzo, Corullón. Con la misma intención y fundamento podría señalar cada uno de los poblados que forman la tierra berciana: Ponferrada, Villafranca, Fabero y un soberbio repertorio de pueblos con alma. Uno de estos, Corullón está pasando por una situación extraña, y de difícil solución: más de cien inmigrantes procedentes de Bulgaria han conseguido recalar en Corullón. Son fugitivos de la necesidad, del rigor del sistema social, de la forma en que los países superiores deciden la construcción del mundo globalizado. No hay pan para todos y los fugitivos del hambre, rompen barreras, evitan muros y salvan alambradas para encontrar un puesto a la lumbre. Arrastran en su aventura a sus familiares: niños, esposas, hombres mayores cansados de llamar a todas las puertas de su tierra sin encontrar respuesta. Y pisando España llegaron a Corullón, que es pueblo del Bierzo glorioso emblemático y puro. El que llega a Corullón, como el que se acerca a la tierra prometida suele encontrar respuesta y espíritu solidario. Estos centenares de acogidos de Corullón, no pueden con la carga que el destino les depara. Pero de lo que tiene reparte la porción que los demás necesitan para la supervivencia. El suceso de esta invasión misericordiosa ha movido el corazón no sólo de los bercianos de Corullón, sino de todos los leoneses, que no encuentran la fórmula adecuada para acudir en socorro de estos peregrinantes del hambre. Piden trabajo y misericordia y ayuda y entendimiento. Porque el problema, además de social, de cultural y de religioso, tiene mucho de comprensión, de entendimiento entre los seres humanos. Cuando no hay entendimiento, como cuando no hay harina en la casa, todo es mohina. Y las buenas gentes de El Bierzo declaran que no pueden con la responsabilidad y que la ley impone que al menos el que demanda auxilio debe atenerse a las reglas que la ley establece para todos y que para obtener ayuda es indispensable que se provean de documentación, de «papeles» que legalicen su quehacer laboral. El problema, dígase lo que se quiera al respecto, es grave, muy grave, porque estos centenares de búlgaros que han anclado en Corullón no son sino la imagen desconcertante de un mundo de millonarios, de presupuestos boyantes, de ganancias ilícitas, que quizá, tal vez, quién sabe, se siente incapaz de admitir sin los trámites obligados a quienes se acercan a nosotros pidiendo acogimiento. El problema, repito, es grave, gravísimo, porque al modo de estos búlgaros de Corullón, miles, millones de rumanos, de africanos, de sudamericanos están imponiendo su presencia en España. Y es, señoras y señores de Bulgaria, de Rumanía, de Marruecos, de Senegal, del inframundo de nuestro alrededor, que los españoles, o sea los anfitriones de su presunta y hasta posible liberación, también emigran porque en España, su tierra de nacencia, no tienen trabajo; porque los españoles también claman al cielo. Todos somos Corullón; todos somos inmigrantes, todos necesitamos ayuda. ¡Unos más que otros!.