Gente de aquí y de allá
Manos que ven más que ojos
Casi un centenar de personas invidentes y disminuidos visuales visitaron el Museo de la Fauna Salvaje y pudieron palpar, oler y disfrutar de los diferentes hábitats que presenta el museo
Nada se escapó a los sentidos. Y es que, ya lo dice el refrán, «no es más ciego el que no ve sino el que no quiere ver» y el casi centenar de invidentes y disminuidos visuales que fueron invitados a visitar el Museo de la Fauna Salvaje estaban deseosos de ver, de sentir, de tocar y de disfrutar de todo lo que les ofrecía el entorno natural de museo. Animales por doquier, pinturas, murales, flora autóctona y un sinfín de recursos que sirven para recrear fidedignamente cada escena. Y, en medio, las personas que utilizaban sus manos para acariciar la suave piel de los animales, sus texturas y todo el ambiente que les rodea. El museo lo tenía todo previsto y para aquellas personas que padecían alguna deficiencia visual se habían preparado lámparas lupas con mordaza de varias lentes de aproximación, telescopios monofocales manuales, prismáticos ligeros de ocho y diez aumentos, una guía descriptiva y un mapa verbal de recorrido a realizar por las diferentes instalaciones. Además, había planos y mapas en relieve con varias muestras del museo entomológico de la Fauna Salvaje. Todas las personas que participaron en esta experiencia pionera en España, fruto de la colaboración entre el Museo de la Fauna Salvaje y la Once, pudieron «ver» al detalle lo que se muestra en el museo y sentir, como nadie, lo que no se muestra, aquello que sólo una perfecta agudización de los sentidos es capaz de percibir y que casi nunca entra por los ojos, por mucho que se abran. Ser ciego no significa no tener capacidad para ver el mundo que le rodea a cada uno, explicaban las personas de la Once que acompañaban a los invidentes durante la visita. El centenar de personas que participaron en el recorrido mostraron su satisfacción al término del mismo e indicaron que lo que más les llamó la atención fue la sensación que tenían de encontrarse en un hábitat diferente en cada espacio al que pasaban. Objetivo cumplido Ése precisamente era el fin de la experiencia y, visto los resultos, se había conseguido: lograr que los invidentes, las disminuidos visuales, por el mero hecho de serlo, no fueran diferentes al resto de visitantes que recibe el Museo de la Fauna Salvaje cada día. Y es que siempre hay que mirar más allá de lo que se ve a través de los ojos, para poder percibir todo lo que el entorno le ofrece a cada uno en cada momento.