Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Se necesitan candidatos

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VICTORIANO CRÉMER
León

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UNOS VIENEN Y OTROS SE DESPIDEN. El caso es cubrir todos los huecos, porque un partido, una política, un gobierno lleno de agujeros y vacíos no trae, no sugestiona, no invita a la colaboración. La renuncia, por ejemplo, de Don Mario Amilivia a la mano de Doña Leonor Municipal y espesa, ha suscitado un movimiento borrascoso del cual ya se están manifestando señales evidentes y demostraciones apasionantes. El Partido Popular se encuentra, a lo que parece, en el menester de elegir candidato para encabezar la lista de pretendientes a los favores del Congreso de los Diputados. Antiguamente, o sea en los felices tiempos de Merino y de Eguiagaray, por ejemplo, cuando se producía una nominación para diputado a Cortes, obligaba a mover mecanismos locales, provinciales y nacionales para conseguir el acta. Y aquí, aparecían inapelablemente los manipuladores de votos por veinticinco pesetas el ejemplar de adhesión incondicional, como aquella señora directora de un centro municipal de recogida de ancianos, que se echaba a la calle y no dejaba ni títere contrario con cabeza, ni conventillo de monjitas sin su visita libertadora. Una vez que los contribuyentes y electores a la par, conseguían emitir su elección y cobrar su duro de plata, las aguas políticas volvían a su cauce y los candidatos que hubieran logrado el éxito comenzaban a saciar sus apetitos de mando, colocando a sus amigos y familiares en los puestos que se deparaban. Ahora y en esta hora de democracia abierta y limpia de polvo y paja, se produce por extraño fenómeno de transcripción, la misma o parecida función pública: Y no se hizo más que montar la vacante de Don Mario para que comenzarán a surgir de entre la paja y el polvo, el nombre de aquel que, con más o menos suerte y apoyo se consideran insustituibles para el cargo de representación de la provincia leonesa en las cortes supremas. Ya se están barajando nombres, y se están repartiendo regalos para concertar a los más valiosos de los maniobreros electorales. Entre los nombres que se manifiestan sin ningún reparo, aparecen algunos de los cuales el elector tiene conocimientos nefastos y pruebas evidentes de su inagotable sed de poder. Y como no parece que los partidos, (que son los verdaderos responsables de la baja calidad del material político disponible) sean capaces de seleccionar personas capacitadas y honestas para el cometido de regir los destinos de la tierra de maniobra, se conforman, nos conformamos con lo que hay, y de rodillas y a los pies del Cristo del gran poder pedimos que nos ayude y nos conceda licencia para eliminar a aquellos que rezuman personalismo, frivolidad y notoria inepcia para cumplir debidamente con el deber al que se comprometen. Lo hemos aconsejado muchas veces, seguros de que una más será igualmente inútil, pero quizá, quién sabe, tal vez, convendría que la selección de los futuribles fuera el resultado de la decisión del pueblo, dado que la democracia es aquella que gobierna en el pueblo y para el pueblo. Ya sabemos que lo nuestro no deja de ser un sueño, pero soñar no cuesta y Jardiel Poncela ya dejó escrito lo conveniente para estos casos: «En la vida humana, unos sueños se cumplen, otros se roncen¿»

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