Diario de León
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CARLOS G. REIGOSA
León

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ANTE el escaso empuje internacional de la Unión Europea y el progresivo enroque político-militar de Rusia, EE.UU. cuenta cada vez más con China para su política exterior. Es una realidad palpable en Oriente Medio y en África, donde la expansión china no hace más que aumentar. Bajo una apariencia de signo pacifista, el régimen de Pekín está impulsando una política económica sin visibilizar ninguna agresividad política, lo cual está convirtiendo al coloso asiático en un formidable competidor internacional. Estados Unidos despierta recelos, China no. Ésta es la clave de su fulgurante ascenso como potencia económica con unas redes internacionales cada vez más sólidas. Estados Unidos conserva la hegemonía militar, pero ya son muchos analistas los que se preguntan cuántos años va a durar esa primacía. A la chita callando, China se está rearmando masivamente, sin mostrarse beligerante en ningún frente. Por el contrario, ha comparecido como una potencia mediadora en la neutralización de la carrera atómica norcoreana y se manifiesta igualmente conciliadora en el objetivo de conseguir otro tanto en Irán. La explicación más elemental de esta actitud es que a China no le conviene ningún conflicto: ni el de Corea del Norte, ni el de Irán, ni el de Darfur, ni ningún otro. ¿Qué podría ganar con ellos? Su mejor opción es aparecer como una potencia en ascenso que se lleva bien con todos y que sólo compite en el ámbito comercial. Por ello muchos países africanos ya no recelan del «amigo chino» y le abren las puertas de sus materias primas para toda clase de negociaciones y acuerdos. No obstante, sería ingenuo creer que China es un aliado desinteresado. Basta con observar la realidad para verlo. Si EE.UU. atacase a Irán, China perdería el suministro energético que le facilita este país y que necesita. Esto explica su posición moderadora. Por ello seguirá actuando como un aliado de Estados Unidos... para preservar a Irán y asegurar su provisión de petróleo. Una actitud que puede resultar determinante en el conflicto de Oriente Medio. China ya no es un convidado de piedra en la mesa de los grandes. Su peso es cada día mayor en las decisiones del mundo, y en Estados Unidos lo saben.

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