CRÉMER CONTRA CRÉMER
Día Internacional de las Personas de Edad
PODRÍAMOS HABER SITUADO en el título de esta crónica de cada día lo de Los hombres de la tercera edad o lo de Los viejos de la comunidad o simplemente Lo de los mayores , pero se ha preferido calificar el evento como homenaje a las personas de edad. Se entiende por personas de edad a aquellas que felizmente han conseguido rebasar los sesenta años sin graves detrimentos ni físicos ni intelectuales, con capacidad para discernir lo blanco de lo negro, lo rojo y lo azul, lo radical y lo prudente. O sea, una fórmula de vida aconsejable, sobre todo para estos tiempos nuestros tan agitados, tan contradictorios y tan confundidores, durante los cuales todavía no nos es posible entender, por ejemplo, es un decir, la obstinación del lehendakari vasco en solicitar que se le autorice a promulgar un referéndum para el desarrollo político de la tierra euskalduna; ni tampoco la razón o la sinrazón por la que sentimos cierta resistencia a hablar en el lliunés de los pastores montaraces cuando en los colegios que se tienen en algo y cuestan un ojo de la cara y la yema del otro lado se enseña el inglés... En tiempos de claridad y conocimientos adecuados se llamaban a las cosas y a los hombres por su nombre y se les añadía un apodo si daban ocasión para ello. Con los viejos se viene cometiendo un delito de lesa humanidad desde el amanecer del mundo. Llegado el tiempo en el cual ya no tienen valor los juicios emanados de los abuelos, éstos no tuvieron más remedio que replegarse, entregando los mandos a los hijos, a los nietos y naturalmente a las mujeres de los hijos y de los nietos. A los viejos se les ha condenado a vivir de la limosna familiar cuando esta se produce o a dejarse ganar por el folklorismo del Imserso, en lugar de estudiar seriamente el estado de la cuestión y el estudio de aquellos medios que realmente sirven para mantener el prestigio de la edad y de sus protagonistas o la institución de centros de recuperación como casas de acogida que no sean un sistema de explotación ni un modo de conservar un centro electoral. A los viejos no se les puede considerar como individuos inservibles, sino como seres que han tenido y conquistado el derecho a vivir mucho y siguen considerándose argumentos de vida. Tirar a los viejos a la cuneta o abandonarles como a seres inservibles en manos de mercenarios es un delito que la democracia no debe tolerar. Y esta malversación de los sentimientos humanos verdaderamente dignos de mención no pueden consistir en inventar juegos pseudo infantiles para promover saraos para que los viejos hagan el ridículo, bailando los titos de Corbillos. Los viejos siguen siendo necesarios. Y pecarían de soberbios analfabetos aquellos que entendieran que el mejor homenaje que se les puede tributar a los padres pasados de moda y a los abuelitos para el desguace es buscarles un rincón para que no se mueran de asco y de soledad. Shakespeare el inglés decía: «No basta levantar al débil, hay que sostenerle después».