Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

La UPL cada vez menos unida

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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Y ES QUE entre los fenómenos humanos que más asombro suelen causar, se subrayan los quebrantos, las dificultades, las contradicciones de los partidos políticos. Salvo los que ya mantienen costumbres ancestrales o herencias históricas, los de nueva creación llevan una vida inicial lánguida y difícil para acabar, al cabo de muchos sinsabores y derrotas como el famoso perro del Tío Mocazos, que pereció con el culo pegado a la pared. Algo de lo que por desgracia está ocurriendo con un partido de los tres o cuatro con que cuenta el cuadro político de León y sus islas, que nació para perdurar, con la mirada puesta en la gran asamblea de un cuerpo electoral unido hasta llegar a la independencia del Reino, y a lo que estamos asistiendo, no sin dolor de corazón, es a la agonía y a la muerte anunciada del último mohicano, Joaquín Otero, aquel que consiguió poner más o menos al descubierto las intenciones bastardas (según contaban) del fundador de la cosa, José María Rodríguez de Francisco, y está entregando los últimos trofeos que continuaban en su poder como secretario general de la Unión del Pueblo Leonés, con señal de origen. Al olor o a la ingenuidad de este último estandarte de la partida, surgieron figurantes de los que nadie o muy pocos tenían noticia, los cuales corrieron a jugar las cartas que llevaban escondidas en la manga para jugársela al capitán que les mandaba, o que lo intentaba sin conseguirlo. Porque según pasaban los minutos por todos los relojes, estos especialistas en manipular situaciones políticas aptas para lo uno, para lo otro y hasta para lo demás, allá cuyos nombres comenzaron a colocarse en las nóminas oficiales, don Javier Chamorro, elevado a la categoría de vicealcalde de la ciudad y don Abel Pardo, ahora concejal de Educación, Nuevas Tecnologías y Cultura Leonesa, sin nada que ver con el Abel ni con el Caín bíblico, le hicieron la vida al señor Otero que no le permitía conservar demasiadas esperanzas. Y este, don Joaquín, que se dio cuenta del juego, exclamó, como Ortega y Gasset, ante la manipulación: «¡No es eso, no es eso!» Y requirió la espada, se caló el chambergo de las despedidas, miró de soslayo a sus un día compañeros de aventuras, fuese¿ y no hubo nada¿ Esta es la cuestión. Porque ahora, y en esta hora de los últimos de Filipinas, se descubre que el partido político, además de perder a un fiel capitán o a dos, no tiene ni un duro para churros ni quien se les ponga y desnudos de denarios sin Joaquín Otero y sin José María Rodríguez de Francisco y sin casi todo, no se puede ir a las elecciones con la esperanza de seguir viviendo del cuento de la leonesidad y de sus lenguajes para cabreros. La Unión del Pueblo Leonés está mal, pero que muy mal, pero los doctores de la Seguridad Social dicen que si se enmiendan a lo mejor consiguen curarse. Todos se muestran respetuosos ante la decisión tomada por el señor Otero, pero la burra por lo que vale¿ «¿Esto es el principio del fin? ¡Qué lástima! Y es que la vida política es tan corta que no da para más»¿

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