Diario de León

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LOS NIÑOS son esa calderilla barata o todo un capital con el que los mayores compramos un futuro pendiente o ensayamos una fantasía colgante. Usamos a los niños, les metemos en nuestras justificaciones, les convertimos en parapetos de una guerra conyugal, les hacemos maqueta de nuestras frustraciones o delirios, les vestimos con mentiras, les damos un kalashnikov en las guerras de Ruanda o les arrancamos del Chad materno para envolverles en lágrimas y facturarles a la France en el avión de las sospechas. Y detrás de los niños se parapeta el cobarde, el explotador, el padre-patrón, el paidófilo aberrante, el político errante, el vendedor de golosinas o el corruptor de inocencias. Cuando vemos a un niño de cuatro o nueve años empuñando un arma, una pancarta o una bandera, gritando una consigna o convertidos en simpático escudo humano para encabezar una manifestación, nadie tiene la menor duda de que alguien les está utilizando descaradamente, interesadísimamente, porque si proclamamos que una niña de ocho años no tiene criterio personal para decidir si lleva o no un velo musulmán al aula, ¿acaso tenemos que dar por supuesta su madurez y libertad cuando cuando esos niños son nuestros y les vemos al frente de un pronunciamiento político sujetando un banderón, replicando algún lema papagayo o llenándose de pegatinas desde el culo hasta el cerebro?... Esos niños (sin ser velada su identidad como ahora se estila o se ordena en las fotos de prensa) encabezaban una manifestación leonesista que el domingo desfiló por la capital (disparatando cifras, que para eso se monta el grito y el sarao). Cualquiera se preguntará qué carambas hacían ahí esos niños que nada saben ni distinguen sobre zarzas territoriales, competencias, constituciones, patrias o toda la materia picuda que se jaleaba en la manifa (yo todavía no lo entiendo, aunque quizá esos niños me lo aclaren). Entendido el niño como arma, como juguete o títere, como disculpa o mascota, ¿qué tendría que pensarse de sus padres? Esos niños ¿imitan u obedecen?... ¿y qué decir del alcaldín que se apunte a estos ordeños?... y después ¿cómo les pagaron tanto celo leonesín como grumetes en la deriva voceada: con hamburguesa americana, con pizza italiana o con helado holandés?

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