Diario de León

QUERIDO MUNDO

Lecciones de valentía

Publicado por
CARLOS G. REIGOSA
León

Creado:

Actualizado:

NO salgo de mi asombro al comprobar lo valientes que somos, al menos de boquilla. Ahí tenemos la contundencia con la que se ha reprobado la actitud del pasajero que presenció impasible la agresión a una joven ecuatoriana en un tren de Barcelona. La valiente presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, ha condenado la «pasividad escandalosa» del testigo que no intervino, y concluyó con rotundidad: «Así empezó el nazismo, porque los demás miraban para otro lado». El también valiente escritor Fernando Sánchez Dragó lanzó un editorial televisivo en el que se escandalizó mucho más por la actitud del testigo que por la del atacante. Y otros valientes ciudadanos han insultado a ese hombre acongojado que no se lanzó como un jabato sobre el maltratador. No quiero ser tan pérfido como para desear ver a tantos valientes en semejante trance. Que vuelvan a ver las imágenes. Entra en el vagón un joven violento, claramente fuera de control, que despotrica contra moros e inmigrantes en general y que empieza a maltratar a una joven. El muchacho que lo ve no se mueve, y a nadie se le ocurre pensar que, tal vez porque se quedó quieto, no se complicó más la situación. La pasada semana perdió la vida en Valencia -tras siete días de agonía- un joven de 24 años que intentó defender a una chica que era insultada por su novio en plena calle. El novio le propinó un puñetazo al mediador que le hizo caer al suelo y golpearse fatalmente la cabeza. Lejos de mí el deseo de elevar la anécdota al pedestal de las categorías (y menos del nazismo). Me contó hace poco un amigo lo que le sucedió un amanecer en una calle vacía. Un joven achulado se negaba a devolverle el móvil a una inmigrante ebria que se lo pedía llorando. Él se burlaba displicente. Mi amigo se acercó dispuesto a intervenir, pero al observar que el larguirucho gañán no sacaba una mano del bolsillo de la cazadora, se detuvo. ¿Qué podía empuñar? Mi amigo, que lo mantenía alerta sin lograr que aflojase, sólo lamentó no tener una pistola, ya ven qué cosas. Y aún hoy lamenta haberse alejado y sólo avisar a la policía, porque lo hizo con un enorme sentimiento de rabia e impotencia. No todos somos tan valientes como Esperanza y Fernando. Ya se ve.

tracking