Diario de León

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QUEDÓ dicho: Internet será el único dios; Google, el príncipe de arcángeles; y Bill Gates, el vicario de las llaves. Google dispondrá de todos los saberes del mundo, de todo libro, imágen, sonido y secreto. Es el ojo que ya mira a cualquier parte, incluso lo escondido. Los de ese servidor o buscador ya pueden saber casi todo de cada uno de sus usuarios. Y ahí estás tú, te saben: qué tipo de información y búsquedas has efectuado, cuánto tiempo te tiraste bebiendo en cada fuente, cuántas veces, qué dejaste escrito en un blog, qué asuntos te van, qué te envicia, qué tendencias... Con muchísimos menos datos te haría un perfil psicológico el más tonto de primero de carrera. Con los móviles ya pasa. Estás bien pillado por las llamadas y por las pelotas; tu voz está almacenada en algún sitio; si quieren, te la pasan por el morro o por los tribunales. Y como todo lo que decimos puede ser utilizado en nuestra contra, de culo vamos como detenidos en estas prisiones de la llamada con cepo. Deberías cuidarte mucho con lo que largas por el tiruliru. Hablas demasiado. Todos hablamos más de lo preciso. Si tu gente supiera lo que dices, si tu cuñado averiguara... Pues podría. En las bodegas de las empresas telefónicas están tus confidencias, tus comentarios, tus pistas. Después están los gepeeses que saben en todo momento dónde coños te encuentras. Hay inundación de este aparato. Acabará incorporado al móvil que, a su vez, ya está imbricado en ese internet que es, además, un dios con ojos que nadie alcanza a sacarle con el dedo o una pedrada porque son ojos-satélite que nos observan desde el techo del aire (Google ofrece un servicio gratuíto de fotos de satélite que demuestran que en tu terraza tienes una maceta rota con petunias y tres geranios; si pagas, es más prestante el servicio y contarías las plumas del jilguero). Para colmo, este buscador ofrecerá en breve un registro de todas las personas del mundo; al menos, la fecha y lugar de nacimiento, parentestos, trabajos... Fascinante. Y terrible. Google tiene lo que nadie más, el mayor pilón de información jamás imaginado, pero el criterio de difundirlo o bloquearlo es privado, de uno. Si aquí no encuentras lo que buscas, no existe (existirá, pero no cuenta). ¿Y cómo escapar de su omnipotencia?... Pues no existiendo, o sea, no contando.

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