Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Juan Carlos Mestre

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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HACE YA DE ESTA HISTORIA personal muchos más años de lo que uno quisiera, porque el paso de los años es siempre un fenómeno temeroso. De la mano del poeta del Bierzo, Antonio Pereira, tuve el placer y el asombro de conocer a Juan Carlos Mestre. Durante el tiempo que nos es siempre ofrecido para su aprovechamiento fui descubriendo el milagro que es este personaje y la milagrería que se desprende de su persona y de su obra. Anuncia su presencia, precisamente desde el mes de octubre que es tiempo de parteamientos y gozos, en la Galería Ármaga, a partir del día 16, y nos sentimos obligados a invitar a este verdadero acontecimiento artístico a cuantos andamos por el mundo intentando alcanzar las estrellas con las manos o con el corazón. En el caso jubiloso de la presencia de Carlos Mestre, será sin duda alguna una fiesta, un descubrimiento, un gozo. Porque en Carlos Maestre se conjuntan y se obligan, el poeta, el escritor en prosa aureolada y el grabado nacido de las sustancias íntimas del autor. Nos adelantamos a la presentación de la obra que selecciona para León, que también es su tierra, porque hace tiempo, demasiado tiempo, que nos sentíamos obligados a descorrer los velos de la indiferencia o de la apatía de los leoneses cuando se trataba de proponer la contemplación de maravillas, de gloriosos frenesíes de color, de algarabía ordenada de las formas, de dominio del conjunto, para proponer pintura, es decir una forma de expresión que se arranca de la imaginación y de la sensibilidad para descubrir un mundo, o si se prefiere y es obligado hacerlo, de muchos mundos distintos y de uno solo digno de ser rescatado para el gozo de la luz, de la música concertada y de la imaginación de los pocos dioses que en el mundo son. Del cálido rebozo de su Villafranca nativa, Carlos Mestre salió decidido a dominar un mundo que imaginaba pletórico de color, de poesía y de vida. Porque lo extraordinario de la obra de Mestre es tanto lo que hace, como lo que inventa. Sucede con su obra que no permite la abstención, la duda, ni la indiferencia. Ante sus cuadros hasta las paredes que les sustentan cobran vida y se cubren del místico y fabuloso color de lo prodigioso. Porque Carlos Mestre es un hombre prodigio, un artista del cual surgen chorros de luz, masas de color y profundas resonancias. Aquí no vale ampararse con fórmulas más o menos clásicas, porque lo que tiene de insólito es que todo el despliegue de figuraciones, descubrimientos y milagrerías son verdad y en Pintura como en Poesía, y Mestre bien lo sabe, lo que no es verdad se quiebra por do más apariencia se descubre. La obra de Juan Carlos Mestre ha sido ya contrastada en tierras bien distintas, como América del Norte y del Sur, y en otras donde consiguió ser reconocido como un milagrero por la gracia de los dioses y de su conocimiento. Ha sonado la hora de los reconocimientos. Que ya lo dejó escrito Francisco de la Reyna: «Lo bueno, a la hora de gozar del Arte no es ser rico en pesquisas y decoraciones, lo que importa es no ser tonto...»

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