QUERIDO MUNDO
Réditos del 11-M
EL 11-M FUE LA MAYOR tragedia provocada por el terrorismo en España. Es el único dato en el que, casi cuatro años después del salvaje atentado, estamos de acuerdo todos. Nuestros partidos políticos se han encargado de que sea así -de que no haya más acuerdos- con su desvergonzado afán por beneficiarse del desastre y descalificar a sus contrarios. Creo que tenía razón el secretario genera de CiU cuando, el pasado jueves, denunciaba que «el Partido Popular y el Partido Socialista son los responsables de la división que existe en estos momentos en la sociedad española». Y probablemente también la tenía cuando, a la vista de lo que sigue ocurriendo, aseguraba que «la España de la confrontación es incurable, no tiene remedio». Casi todos sostienen que ya se ha hablado demasiado del asunto y que ha llegado la hora de cambiar de tema. Pero nadie lo hace, nadie cambia. Todos siguen, erre que erre, en buscar del último rédito electoral que se pueda obtener. Tal vez nos tratan como lo que somos: carnaza electoral. Pero lo cierto es que en la actual confrontación ya no hay inocentes. Habla el ex presidente Aznar desde su acrisolado rencor, lo desmiente el PP por boca del director del programa electoral, aprovecha la ocasión el PSOE para lanzar un vídeo innecesaria y tardíamente ilustrativo y la vicepresidenta del Gobierno sentencia que la desaprobación del Partido Popular a José María Aznar no es suficiente para el Gobierno. ¡Y vuelta a empezar! Sin que valga de nada que unos y otros se hayan comprometido a no mirar hacia atrás. ¿A quién tratan de engañar? A alguien, sin duda. O tal vez a sí mismos. Porque reconocerán conmigo que hay algo enfermizo y perverso en esa forma de mirar hacia delante viendo tan sólo el pasado. Alguna atrofia, sin duda. La pregunta es simple: ¿De verdad hay tantas ventajas en profundizar en la división de los españoles? Porque lo razonable es que los ciudadanos deseen escuchar otras cosas; por ejemplo, propuestas para afrontar con éxito la crisis económica (esa gran desconocida que ya se encarama por los índices de inflación) o el desencuentro con Marruecos (liquidado desde el Gobierno con la afirmación de que todo va bien). El hecho de que hablen tan poco del futuro hace temer lo peor: que no les gusta su rostro.