CORNADA DE LOBO
Tablón de altura
AL PEDO etílico pillado en un avión se le llama con más propiedad globo pedal o tablón de altura. Melendi lo demuestra. La mangó parda. Fue toquilla agresiva, juma despendolada, púsose babayo del todo, tontín de la bombilla, se mamó como un piojo, pilló un torzón criminal en comandita con la peña musiquera con la que iba a Méjico a cantar y... acabó en el cuartelillo de Barajas cantando vísperas (dirige la orquesta la Benemérita). Ese castañón aéreo que derivó en bronca y acoso a las azafatas («esa otra copa, fía, págola yo»), le va a dejar un resacón picudo, pero en la cartera, porque los trastornos del vuelo a Méjico, los retornos y nuevos embarques pueden poner la indemnización que se derive de este incidente por las nubes de las que bajó esposado por los guardias. Al personal le suele caer bien el Melendi porque ye lanzau, franco, elemental y no sabe dónde por dónde caen los miramientos. Pero mucho es de temer o de esperar que le apliquen los correctivos pertinentes por haberse saltado la orden cabal de aquel chigre asturiano que tanto me gusta recordar: En este establecimiento «prohíbese cantar, blasfemar y ser grandón». Todo hace sospechar que Melendi ha conculcado las tres prohibiciones, aunque la más imperdonable es, sin duda, la de ser grandón, que es inclinación a la que propende con demasiada facilidad el mamao de tras esos montes que de León a Asturias cruzamos por veinticuatro puertos. En los puertos es también temerario atizarse un copón de orujazo o coñac barato y bajar a continuación la cuestona con buena prisa. Me lo decía un pastor en Sancenas: bebes estando arriba y te lanzas al valle; al llegar abajo te se doblan las patas y te empieza a dar campanazos la azotea. Debe ser cosa de la presión. Los aviones, sin embargo, van presurizados. Melendi, no. Se le fue la olla mientras quería demostrar que, de entre toda la extensísima fauna animal, el mamífero que más alto vuela es el conejo de la azafata. Al comandante de ese vuelo no le hizo gracia. Y si hubiera sido uno de los comandantes argentinos del golpista Videla, seguramente le habría apeado en vuelo, que es lo que hacían con los «subversivos». Y Melendi subvertió el orden y la mínima compostura. La próxima vez le indicarán que el servicio es la puerta de embarque.