Diario de León
Publicado por
Antonio Núñez
León

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LA EXPERIENCIA demuestra que los mejores gobernantes son de pocas ideas, pero todas claras. Hay, incluso, quien opina que el político ideal sería un sujeto con una sola neurona, a ser posible plana -servidor ha tratado aquí con algunos- porque, aunque no te mejoren la vida, por lo menos no te la joden. Así de claro, para qué vamos a engañarnos. Es para echarse a temblar la idea del Gobierno de contratar a catorce expertos internacionales, entre ellos tres premios Nobel, para que asesoren a Zapatero en la próxima campaña electoral y, si sigue, en el consejo de ministros. Necesidad sí que tiene con el actual cacao mental de nuestro paisano entre lo de la alianza de las civilizaciones, negociar la paz con ETA, las infraestructuras ferroviarias que descarrilan en Barcelona o la España políglota que en las escuelas habla todo menos español y que en nuestro pueblo y el suyo está empezando ya a no aclararse con el batiburrillo del lleunés y la gramática parda del concejal Abel Pardo, firmante de un convenio nada menos que con la Liga Norte de Italia para exportarla al Milanesado, cual si fuera Gonzalo Fernández de Córdoba en plan Gran Capitán. Total, entre picos, palas y azadones otros cien millones para la deuda a lo grande del interventor. El elenco de colaboradores del mundo mundial seleccionado por Zapatero para que le aclaren el tarro puede acabar en una empanada mental. Entre ellos hay cuatro gringos, ninguno amigo de Bush, con lo cual no vea usted cómo van a mejorar las relaciones con la Casa Blanca, otro de Irlanda, idem del protocolo con Buckingham Palace, un portugués, una francesa de izquierdas, dos daneses vikingos que pretenden achicar el agua del estado del bienestar haciendo funcionario a todo quisqui superviviente, un politólogo teutón doctorado en democracia por la antigua Alemania del Este, una keniata ecologista experta en salvar de los elefantes y las jirafas las acacias del Kilimanjaro, etcétera, y así hasta llegar a las antípodas de Nueva Zelanda, donde vive la profesora Helen Caldicott, furibunda antinuclear que no quiere ver ni de lejos Hirosima y Chernobil. El denominador común de todos es que son progresistas con estudios. Si no los tuvieran, encajarían perfectamente en los movimientos antisistema, como Pepiño Blanco. Algunos, sin embargo, caen simpáticos, como Nicholas Stern, del Reino Unido, estudioso del cambio climático en la India y empeñado en demostrar cada año que las inundaciones del monzón no se deben a la falta de pantanos, sino al recalentamiento del Protocolo de Kioto. Algo tendrán que ver también, digo yo, las emisiones de ozono de las vacas, cuyos pedos, con permiso, son sagrados en aquel gran país que rumia hambres seculares, sólo saciadas con filetes por los tigres de Bengala. Y no le va a la zaga el americano Jeremy Rifkin, teórico de las 35 horas de trabajo semanal aprovechando las nuevas tecnologías, si bien sus aportaciones lleguen tarde a León, vistas las prejubilaciones mineras de Victorino. Jeremías es también ecologista y partidario de utilizar el hidrógeno del aire como combustible alternativo a las actuales fuentes de energía. El único problema, según el modesto y leal entender de un servidor, que hizo el bachillerato por la rama de ciencias, es si lo que propone son centrales atómicas de fisión o el motor de agua. Ha dicho el ministro Caldera, encargado de llevarle la campaña electoral a Zapatero, que tan selecto cónclave de asesores se reunirá al menos una vez al año con el presidente. Ya conocíamos la prodigiosa capacidad de éste último para aprender economía en «dos tardes», pero lo de ahora plantea serias dudas, habida cuenta la variedad de conocimientos que debe asimilar «Z» como mucho en un par de horas de lo que queda de año. Operaciones de marketing electoral aparte, algunos hemos llegado a dos conclusiones en plan autodidacta, sin necesidad de que vengan forasteros a dictarnos monsergas. Ya decía mi señora abuela en la cocina que más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la ajena. Primera conclusión, por muchos premios Nobel que pongan en los carteles esto no se parece en nada al Despotismo Ilustrado, lo mismo que cualquier parecido entre Pepiño Blanco y Voltaire es mera coincidencia. «No hay color», asintió también el fotógrado de la empresa en la reunión mañanera del día, donde nunca se sabe si cada uno aporta una idea o nos limitamos a repartir entre todos la única que tiene el director. Faltan, por ejemplo, Hugo Chávez (diplomacia y modales), Evo Morales (llama sin gas). O el «coma andante» Fidel. Éstas pueden parecer ideas descabelladas, aunque no más que las que a Zapatero se le han metido entre ceja y ceja. Pero se me han ocurrido a mí solo.

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