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«QUE le quiten el tapóóón, que le quiten el tapóóón, que le quiten el tapón al botellón, al botellóóóón»... y vuelta de tuerca al estribillo, porque era canción nuestra de tasca, choco vizcaíno o de excursión de facultad ya en los años cincuenta y sesenta (en la mili, además, era himno oficial y había que cuadrarse al oirlo). Que le quiten el tapón... Anda el botellón estos días de otoño crudo metido en noticias, debates y escandaleras informativas. Se le supone moda despendolada de nuestros jóvenes y de estos tiempos en los que hay que meterse de todo para sacar un poco que es nada. Llueven denuncias y condenas contra estos concejos de «a mamarse tocan» y de arrebatos por palpar, concejos abiertos que caminan hacia costumbre y rutina. El botellón se hace siempre a la intemperie: jardines, campus, parkings de súper, polígonos de arrabal o un impensado paraje al que se cita por internet para burlar a los guris picudos y a la autoridad severa. Pero siempre a la intemperie. Y ahora hace un rasca en cuanto cae el sol que le zumba el mango y acecina el resuello. ¿Hay mejor disculpa para amorrarse al caldero de cubata?... El botellón es una discoteca con grandes ventajas: no se paga entrada, no te acuchillan por el copazo, no hay música dictada con decibelio bestia y se puede charlar o negociar juntamientos, no hay que bailar necesariamente, pero sí zapatear y arrimarse. ¿Objetivo principal?: empiojarse y marinarse para darle puente a las ganas y al meneo, que de eso se trata y a eso se va, a pillar el calor de la amistad... o una amistad caliente, es decir, lo de siempre, lo único. ¿No fueron los magostos un botellón desde que lo inventaron lo godos?... La misma intemperie, mocerío con ganas, apretuje y convocado todo el solterío del lugar para asar castañas de rebusco o chorizos de guindar que justificaran el cántaro de vino que venía detrás empujando y retacando, despertando el tiento o soltando la lengua del tímido o feúco... Y, así, del magosto al pedo; del pedo al pajar (saltando la reguerilla); y del pajar al altar. Ese fue el guión ancestral de tantos pueblos de aquí. Ahora nos escandalizamos del botellón en multitud. O es mala memoria o es cinismo pedorro. Esos chavales no obedecen; imitan. ¿Será el padre -que paga sus vinos a tres euros- el que les venga a poner el tapón al botellón?...