Diario de León

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FASCINAN los molinos. A cualquiera. ¿Quién no se asombra con sus artilugios y literatura? ¿Quién no se enamora de la fresca penumbra molinera en los meses de calora y de una siesta entre las enormes sacas del salvao?... Molino de pueblo breve con caseto coqueto a pie de presa o reguera. Molino molinón de ribera alzado en dos plantas con ingeniosa maquinaria intrincada y mucho traquetreo. Hay molinos para dar y tomar. Los hubo; no menos de mil quinientos en tierras leonesas hace dos siglos. Ahora andan casi todos mudos o muertos, con las costillas al aire, vencido el muro y con el techo por alfombra, molinos maquileros, molinos fabricando luz de corto calambrazo, molinos en las afueras, en el camino del pecado y en las canciones... Molinos con música de gorrriones, grandes molinos... Los molineros tienen ecos de truco y picardía en el resabio popular y en las coplas. Las molineras, más. Esa canción leonesa lo dice: «el molinero se va con la herrera y el herrero con la molinera». Ya sabes que Magdaleno, aquel entrañable Felipe, cura y músico, le hizo un arreglo polifónico a esta canción popular variándole piadosamente la letra para ajustarla a canónico, así que su Coral Isidoriana tenía que contarla como Dios manda deshaciendo el entuerto adulterino: «el herrero se va con la herrera y el molinero con la molinera»; hala, y ya está. Pero el evangelio popular sigue en sus trece: el molinero se arrima a la herrera; y vengan dengues y perendengues. Lo mejor de los molinos es que están en las afueras, alejados de la mirada fiscal que tiene todo pueblo, aunque lo que tienen de discreto lo engordan en habladurías y sospechas. Rara vez se encargaba a una moza ir a recoger costales de harina o a llevar la burra con el grano. Pero ya no hay molinos de molienda. Es otra vida artesanal que se va convirtiendo en fósil y en cosa de museo. La harina cernida es cosa de fábricas. Y los piensos llegan hoy en camión a las cuadras y corrales. Pero al menos sigue habiendo panaderos, algunos con buena mano. Otros van de moda o negocio haciendo pan de plástico o espuma en hornos de diez minutos y rayos uva. Hemos de hacer una cata de panes. Lo tengo muy hablado con Jose Quindós. No tenemos carta de panes cazurros. Y los hay de gloria bendita.

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