LITURGIA DOMINICAL
Caminemos a la luz del señor
Hoy, primer domingo de Adviento, empezamos un nuevo año cristiano. Y lo empezamos con una convocatoria que nos resulta conocida y nueva a la vez: somos invitados a celebrar el Adviento, la Navidad y la Epifanía. Desde este domingo hasta el final del tiempo de Navidad con la fiesta del Bautismo del Señor, van a ser cinco semanas de «tiempo fuerte» en que celebramos la misma buena noticia: la venida del Señor. Las tres palabras (Adviento, Navidad y Epifanía, o sea, venida, nacimiento y manifestación) apuntan a lo mismo: que Cristo Jesús se hace presente en nuestra historia para darnos su salvación. Los cristianos centramos nuestra esperanza en una Persona viva, presente ya, que se llama Cristo Jesús. Cristo es la respuesta de Dios a los deseos y las preguntas de la humanidad. No nos va a salvar la política, o la economía, o los adelantos de la ciencia y de la técnica: es Cristo Jesús el que da sentido a nuestra vida. La espera de la venida de Cristo al final de los tiempos no hace de los cristianos unos holgazanes que duermen el sueño beatífico de la evasión, sino que hace de ellos los seres más activos y operantes en la construcción del mundo. Adviento es invitación a la vigilancia. El futuro del hombre no está escrito ni programado. Y Dios no se somete a los conjuros del mago o a las visiones apocalípticas. El Espíritu sopla donde y cuando quiere. El Hijo del Hombre es imprevisible y sorprendente, aunque siempre debe ser lo más querido y esperado. Viene como el ladrón, pero no para robar, sino para regalar. La vida de los hombres, nuestra vida, no es un círculo cerrado en el que no es posible la esperanza. Tal vez hoy podríamos medir la autenticidad de nuestra fe tomándole el pulso a nuestra esperanza. Con la mano en el corazón, ¿podemos decir que tenemos fe si miramos siempre la vida y el mundo con una mezcla de fatalismo? La falta de esperanza no es cristiana. Pero no cualquier esperanza es la esperanza cristiana. Como alguien le decía: «El Evangelio se hace historia en el curso litúrgico que hoy inauguramos: estarán dos mujeres en la oficina: una creerá y otra seguirá en las tinieblas exteriores; estarán dos hombres en el taller: uno asumirá la salvación de Dios, y otro seguirá renegando de la vida. Sucederá como en los días de Noé: vendrá el diluvio en forma de cáncer, de muerte del hijo y se los llevará la desesperación. Estad en vela, porque no sabéis cuándo vendrá el Señor. Pero, en el año que comienza, unas personas concretas se encontrarán con el Hijo del Hombre que viene: será una predicación, el matrimonio que van a contraer, un testimonio, un fracaso, una enfermedad... Incluso alguien que nunca tropezó con Jesucristo, lo encontrará cara a cara en la muerte». «Estad siempre preparados, porque a la hora que menos penséis, viene el Hijo del Hombre».