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Cuatro menores mutilados piden a España que prohíba las bombas de racimo

El obispo español Enrique Figaredo junto a un joven mutilado

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efe | madrid

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Entre un cinco y un treinta por ciento de las bombas racimo que se utilizan en el mundo no explota al impactar contra el suelo, sino que se dispersan en el terreno y explotan años después, cuando alguien, en el 98 por ciento de los casos un civil y casi siempre un niño, las manipula o pisa por error. Enrique Figaredo, conocido como el obispo de las sillas de ruedas por su trabajo en Camboya con los mutilados por las minas antipersona, explicó en una rueda de prensa que las bombas racimo que los norteamericanos tiraron en ese país asiático entre 1969 y 1973 siguen explotando hoy día «treinta años después de la guerra». Nak, Mao, Channeg, Khoeun... cuatro niños camboyanos mutilados por bombas de racimo piden su prohibición total al Gobierno español y a la comunidad internacional. Y es que España fabrica y vende bombas de racimo que acaban en países en conflicto. «Las minas no entienden de procesos de paz», asegura el obispo Figaredo.