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OREJAS de asno para que se nos pueda ver en la última fila. Ese informe Pisa tan comentado estos días coloca a la enseñanza española en el pelotón de los rémoras por la baja comprensión y asimilación de la lectura que presentan nuestros estudiantes. Leen poco y entienden menos. Gran panorama. Leer les debe rayar el tarro. Leer les arruga las ganas y la impaciencia por llegar a no se sabe dónde. Leer les atosiga. El caso es que entre libros de texto, ordenadores y fichas sale un montón de lectura, pero es cosa dictada, saber impuesto, apuntes para aprobar... mucha lectura en cachos, mucho mensaje y chateo, comunicación chachi, fogonazos efímeros que fácil entran y más fácil se escapan o se diluyen. Con todo ello, nuestros guajes dan por saturada su necesidad de letra, su cupo de lectura. Tienen, sin duda y sin embargo, muchísima más información que cualquier chaval de hace treinta años y serían enciclopedias en una escuela rural de hace sesenta. O no. Lo habrán leído, pero se les escurre en la memoria y en la asimilación. ¿Qué pasa?... Que lo que se ignora se resuelve invocando al genio del Google que permite cortar y pegar. Dale al enter y alguien más listo que tú te prestará sus destellos. Con tanta información de pegatina cualquiera parecerá un escaparate de colorines sin dejar de ser un analfabeto funcional. Alguno se escuda en esa alegre profecía de que los libros y la prensa serán en las próximas generaciones fósiles de museo, difuntos que Dios perdone. Suelen decirlo los que ni siquiera leen en internet, pero la letra y la lectura seguirán siendo el principal transporte del conocimiento, ya se estampen en hoja muda o en el fárrago de la telemática. Hay cantores de esta muerte. La letra ya no importa tanto. Sin embargo, esa gente será gobernada por tipos a los que la letra sí que les importa muchísimo, sobre todo la letra pequeña y escondida, las cláusulas picudas de ese contrato con la vida que no leemos, así que te están pidiendo, en el fondo, que no leas, chaval, que da urticaria. Lo tuyo es ganar pelas. Y seguro que tendrás un tío ceporro que asegura que menos lecturas tuvo el Pocero o un amigo tarugo que llegó a concejal y ahí les tienes, baílalos. Pero si no lees, si no dudas, si no averiguas por tí mismo, te estás condenando también a ser ceporro. Eso sí, ceporro cum laude.

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