Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Los comandos asesinos

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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PARECE SER QUE ahora las guerras, los atentados, las acciones subversivas de toda índole con muertes, constituye la única forma de dirimir pleitos y de solucionar complejos. Vivimos las guerras y las guerrillas urbanas a muerte, sin que las normas establecidas en Ginebra tengan ninguna eficacia. Nuevamente, cuando todos esperábamos la segura resolución de un problema antiguo empapado de sangre fuera al fin analizado civilizadamente y conseguido alguna forma de solución, tres míeres escopeteros fugitivos de su patria, desde la trinchera traidora de la Francia colaboradora en la lucha contra la muerte a escondidas, a traición asaltaron a una pareja de la guardia civil, en acto de servicio, y les rindieron a tiros. En la asechanza cayó fulminado uno de los guardias, dejando al compañero malherido. Nuevamente los operadores de la muerte han dado sin razón de ser. No se rendirá el Estado de Derecho, se apresuraron a declarar las autoridades del interior de la península y quienes siembran estos malos vientos, recogerán tormentas de prisión. Está claro que nadie parece tener voluntad de atenerse a la doctrina cristiana y democrática de amar al prójimo como a sí mismo y no encuentra otro camino para alcanzar la gloria que la muerte alevosa de los cobardes. Los gobiernos, agobiados por el cúmulo de problemas que se acumulan a su alrededor no acaban de dar con el procedimiento de contener esta catastrófica invasión del crimen y se limitan a argumentar doctrinas de mediación y promesas de acción rápida, sin que estas apelaciones de gente dolorida y asustada de con el remedio a tanto mal. Y los matadores de España, como los profesionales del Kurdistán o de Afganistán concedan una tregua de paz a los demás hombres. Estamos amenazados por todas partes, incluso por aquella que nos une a los demás pueblos, y deslumbra el rayo que no cesa. En toda guerra se produce, sea por cansancio o porque los muertos pesan mucho en la conciencia de las sociedades, o sea porque a veces se manifiesta el milagro, un tiempo para que los combatientes, los furiosos, los asesinos entierren sus armas bajo tierra o pongan candados al cofre de la ira. ¿Qué es lo que debemos hacer los españoles para que esta razón de sosiego y de ansiedad no se produzca y continuemos siendo pasto de las fieras? Todos esperamos ese momento del entendimiento para lavar nuestras propias culpas, porque -¡ay de nosotros!- todos tenemos que arrepentirnos de algo. Y es ese algo que nos remuerde, el que nos desespera, el que nos tiene manteniendo arma al brazo y en lo alto, como se decía en épocas de mayor iracundia bélica, en lo más alto, las estrellas. En esta acción asesina a la que tenemos que referirnos porque la muerte siempre llama a todas las puertas, han caído dos servidores de la ley. Fueron acribillados a balazos por la espalda, que es la muerte más repulsiva, y todavía nadie espera que estas muertes y heridas puedan considerarse las últimas. Porque se teme que todavía anden sueltos por la selva seres extraños que no encuentran otro sentido a su vida que la de morir y matar, cuando lo verdaderamente importante, y por lo que el ser humano tiene derecho a enarbolar la bandera de la sabiduría es la de conseguir el dominio de los instintos, abrir las puertas para la integración de los hombres de buena voluntad y no permitir que la tergiversación de la ley y el bastardeo de la conciencia nos convierta en objetivo para el ejercicio de las armas, que solamente a la muerte pueden conducir. Quería decir que dos españoles, en servicio de paz, han sido asesinados. Ya lo he dicho. Cedo la palabra a la autoridad competente...

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