Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

El plan FIP

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VICTORIANO CRÉMER
León

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UN REINO COMO es o fue el de León, bien merece una misa, tanto por su significación histórica, como por su estilo o talante, que diría otro leonés tan ilustre como el que más. Y cuantos poblados, se calientan a la hoguera de León, se distinguen por su celo, por su capacidad de creación, por su voluntad de ser y naturalmente por su decidido propósito de no quedarse en lo hablado. La geografía lleonesa es rica por sí misma y por sus hechos y cabe destacar, sin ánimo de eludir a las demás tierras de nuestra nómina, las que se nos puedan quedar en el rincón de la memoria histórica, que ya no funciona con la misma generosidad que en sus tiempos iniciales, cuando intentábamos convertir la capital de aquel Viejo Reino de feliz recuerdo en motor de Castilla, de León y de Galicia la varona. Uno de estos poblados de ilustre biografía y de más ambicioso futuro es San Andrés del Rabanedo, al que debo yo también parte de mi historiografía, que en San Andrés fueron los que acabarían por inscribirse en mi nómina sentimental. Y a este San Andrés, lanzado ahora hacia un horizonte en llamas, dispuesto a no dejarse arrebatar ni los recuerdos ni el futuro, se le debe un cierto movimiento creador que obliga a proponerle entre los núcleos urbanos con más posibilidades. Lo que suele ocurrir con los pueblos y con las naciones, que una cosa es predicar y otra dar trigo, como sucede probablemente en Ponferrada y en Vigo, y advertimos al repasar el noticiero de San Andrés más reciente que empujados sus hombres más representativos y responsables por los más nobles estímulos, lo abordan todo, lo pretenden todo, y lo inician todo. Y, por desgracia no siempre los pueblos, ni las naciones, consiguen todo. Y se quedan simplemente en el gesto, en el ademán, en el propósito. Así sucede con San Andrés del Rabanedo. Que se le va el santo al cielo y lo mismo sucede que organiza un Curso cultural y luego se le olvida abonar a los actores la remuneración convenida, que apadrina una cierta forma de curso, para personas desempleadas del Municipio (el famoso plan FIP) y no se le ocurre otro texto para que los desempleados encuentren empleo que la de ofrecer a las personas en paro que se presentan acogidos a la generosa disposición municipal de un nuevo curso gratuito para albañil. Y se menciona la proposición como si lo que estaba ofreciendo fuera un puesto de ingeniero económico o un puesto de vice-alcalde para reforzar la alcaldía. Naturalmente el curso es corto y los aspirantes deben darse cuenta de que por 36 horas de estudio, tampoco es como para solicitar un puesto en la nómina municipal. Además tiene cierta ironía el tal Plan FIP: el hecho de que esté subvencionado por la Junta de Castilla y León. Visto y entendido lo cual hace pensar lógicamente en una cierta cicatería de dicho Ayuntamiento de San Andrés que se limita humildemente a solicitar apoyo a la Junta para albañiles, cuando lo verdaderamente importante y digno de estimación real sería subvencionar y apoyar estudios para banqueros, por ejemplo. Estudios realizados por verdaderos eruditos y trabajadores de la circunscripción, pienso que esa limitación de ambición del Municipio limitando sus solicitudes para hacer albañiles y resignando la posibilidad de seguir estudios para obispos, ha reducido también la ambición de los obreros parados, llamados impropiamente desempleados; porque un albañil es un obrero, un trabajador, un mísero e infelice destinado a ser mano de obra. Y en mano de obra se queda. Como le sucede la ciudad que se atiene sólo a lo que tiene al alcance de sus posibilidades y de los apoyos que consigue encontrar y nunca logra salir de pobre, de mísera, de ciudad en vías de desarrollo, pero sin vía y sin desarrollo. Se queda por su limitación, o dicho más directamente por la escasa longitud de obra de sus responsables en un lugar para albañiles... Qué lejos de la reacción popular cuando se trataba de estas cuestiones y se cantaba: El cura Martínez Fuertes/ ya no quiere decir misa,/ que quiere ser senador/ como Núñez y Martín Villa... ¡Y viva Pérez de Guzmán!

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