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SABES que «la nieve es negra», según nos dijo (y no dijo más ni dio otra explicación siguiendo su camino de pesadumbre) una paisana resabiada de Lucillo mirando al Teleno que ya tenía boina blanca de noviembre y de allí se escapaban cillascas y copos entrapados hasta donde nos encontrábamos. No nieva como Dios mandó o como le pedía el ejército republicano al general Invierno en la campaña de aquel Teruel terrible del 37 para que Franco, detenido por los veinte bajo cero, se estuviera quieto un rato y no rompiera la tregua blanca y navideña. Se retrasan las nieves de este año y se hace de rogar el meteoro. Ignoro si llevando esa preceptiva docena de trece huevos a las clarisas (lo de trece es porque uno es para el capellán) podrán rezar para que nieve, lo mismo que lo hacen para que no llueva en tal fiesta o boda. Que nieve hasta enterrase las rodillas pide la industria del ocio blanco y del esquí, pues están palmando negocio y ya perdieron la primera retacada de los puentes de diciembre, así que más de uno andará poniendo velas al diablo si las clarisas marran en el empeño. Que nieve en Navidad. El rito es el rito y ese decorado es obligado, aunque no es menos cierto que en toda mi memoria no caben ni media docena de nochebuenas blancas en esta ciudad. En Reyes, sí. La niebla no basta. Que nieve. Si nieva, se alborotan las cocinas y las crianzas. Se celebra el bolazo y el muñeco. Se busca el calor de la guarida, el juego y la canción. Si nieva, cualquiera se hace niño en diez minutos. Y llegando tal día como hoy, se montaba el pesebre o el belén y, al menos, sobre las montañas de yute, escayola y musgo nevaba harina mientras venían guerras entre hermanos por un quítame allá esas ovejas, pon lavanderas, saca pastores y reyes o coloca los sayones de Herodes en la cima del castillo. Pero que nieve en nevadona; más que nada, para ensayar un aislamiento en la cocina y la fórmula magistral de las tres bes para combatirlo (brasero, bota y baraja), que eran cuatro para un sabio babiano (babieco es más propio) porque añadía «braga», sin especificar si se trataba de la de abrigar pescuezo y boca o la de quitarse. También uno del Bierzo ha añadido a la estrategia una quinta be, así que dejemos el conjuro contra la nevadona en estas cinco: bota, botillo, brasero, baraja y braga. Y vengan duelos después.

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