A tientas entre el tráfico

Dieciocho minutos a ciegas al volante de un Citroën Mehari -un vehículo descubierto icono de los años setenta- por el centro de la ciudad, con un tráfico propio del día siguiente de Navidad y cientos de peatones asaltando las calles a su antojo. Fue el reto cumplido por el mentalista vasco de nombre Balem, quien no escatimó espectáculo para reforzar su número de hombre radar. Traje de mago, mejor traje de escena como a él le gusta llamar a su atuendo: esmoquin, corbatín y antifaz, cubierto con capuchón negro para cegar totalmente sus ojos a las manos del coche. Como copiloto, otro aventurero: Jesús Calleja. Varios obstáculos para facilitar su objetivo: un vehículo sin capota, con marchas en vertical y sin dirección asistida. También la voz de un «speaker», el famoso locutor Mures, que se unía a los ruidos propios de una ciudad colapsada. «Uno de los momentos más complicados fue la salida (plaza de Botines). Había mucho público. También cada vez que atravesaba uno de los múltiples pasos de peatón del recorrido», reconoció el mentalista. La primera vez que realizó este reto el escenario fue Vitoria hace quince años. Desde entonces lo ha repetido en varias ciudades y ya es conocido por su espectáculo de hombre radar. Balem relató tras finalizar su aventura que tampoco tuvo tiempo de ensayar mucho el corrido por el circuito preparado en León. Las únicas instrucciones que recibió fueron las de giro a derecha o izquierda, pero a una distancia considerable del cruce en cuestión. Sólo Jesús Calleja en un par de ocasiones tuvo que advertirle de verdadero peligro, cuando se encontraron un coche atravesado y peatones que cruzaban la calle por el medio. «Es impresionante no sé cómo lo hizo», dijo el montañero, sorprendido al bajar del coche. Con este espectáculo, que dejó boquiabiertos a los viandantes, se puso anoche en marcha la cuarta edición del Festival Internacional de Magia Ciudad de León. Balem cuenta en su trayectoria con dos premios nacionales de mentalismo y mucha experiencia en retos de alta dificultad. De todas formas, al concluir el recorrido en Botines y quitarse el capuchón, la tensión de su rostro era evidente y la agitación de su respiración denotaba el nerviosismo de esos dieciocho minutos a ciegas. «Sientes mucha responsabilidad, porque hay peatones en todos los rincones, tráfico intenso y sin los ojos tus oídos son prácticamente la única referencia», afirmó el hombre radar.